Francesc Torres expone 'Circuitos cerrados' como una metáfora de la realidad

El artista Francesc Torres (Barcelona, 1948) se despide de la práctica de las instalaciones con tres piezas reunidas bajo el título de Circuitos cerrados y presentadas ayer en la Fundación Telefónica, de Madrid (Fuencarral, 3). Desde su antológica en el Reina Sofía de 1991, Torres ha expuesto con más frecuencia en España proyectos pensados en Estados Unidos, donde reside desde 1972. Ha recorrido los 30 años de la historia de la instalación y el vídeo, y ahora se abre a otros caminos, tras dejar unas piezas donde realiza una manipulación simbólica de la realidad.

La historia de las instalaciones es la misma trayectoria de Francesc Torres, tras sus comienzos en el arte conceptual en la Barcelona de los sesenta, sus trabajos en París y las estancias desde los setenta en Chicago, Berlín y Nueva York. Se cumplen 25 años de su primera instalación en Nueva York y el artista ha decidido "regalarse" un tiempo para entrar en otras posibilidades artísticas, como la escritura y la fotografía.Torres declaró ayer que no está "cansado" de montar instalaciones, pero quiere evitar que el conocimiento del lenguaje de esta expresión artística se convierta en un "ejercicio retórico". El artista se va a tomar un año sabático en el que va a organizar como comisario, para el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, una exposición (enero de 2001) sobre el coche deportivo Pegaso Z 102, del que se construyeron 86 ejemplares en los años cincuenta en Barcelona. El montaje de 12 vehículos -los coleccionistas de Estados Unidos han pagado hasta 100 millones de pesetas por uno de ellos- aparecerá con su contexto social.

Francesc Torres estará también presente en la próxima feria de Arco en la galería Elba Benítez, de Madrid. Para su exposición en la Fundación Telefónica ha realizado tres proyectos, que para el director de la fundación, Roberto Velázquez, significan una manipulación simbólica de la realidad. Una cabeza degollada sobre una cinta de maletas de aeropuerto y una escultura son los primeros elementos que se encuentra el espectador. Desde dos puntos de sonido sale una letanía. Forman parte de la pieza Perder la cabeza, realizada a partir de una iconografía religiosa, el cuadro Fray Pedro de San Dionisio, de Zurbarán, donde aparece el fraile rezando y su cabeza sobre una mesa. "Es la enajenación más o menos pasajera para hacer algo trascendente".

Un vaso de agua y ocho lámparas, un sonido envolvente con intervenciones en el Congreso; los tonos agudos aumentan la intensidad de la luz. La pieza se titula Soliloquio de la felicidad. "El Congreso se convierte en un diálogo de sordos sobre los intereses de los partidos". El acelerador de partículas ensimismadas es una pieza "más literaria que visual", con fotos de un circuito de carreras de 1923, cerca de Sitges, hoy abandonado, convertido en un monumento futurista. "Es un retrato del siglo XX, el paradigma de la velocidad".