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Ejecutado tras 24 años de reinserción

Atado a la camilla, Billy George Hughes buscó con la mirada al director de la prisión y le hizo un gesto para decirle que estaba preparado. Acababa de agotar el derecho a pronunciar sus últimas palabras: "Están ustedes ejecutando a un hombre inocente". A los pocos segundos tosió con una leve sacudida, respiró con dificultad y se murió, o más bien le hicieron morir con una inyección letal.El caso de Hughes no era sólo controvertido en su origen, sino paradigmático en su evolución: en los 24 años que pasó en la cárcel se convirtió en el mejor ejemplo de reinserción. Acumuló dos títulos universitarios, trabajó como dibujante y colaboró con un sinfín de organizaciones sociales. De nada le sirvió en el Estado de Tejas, que gobierna George Bush.

Billy George Hughes tenía 47 años cuando fue ejecutado en Huntsville (Tejas) el lunes por la noche. Era el cuarto preso que más tiempo había pasado en el corredor de la muerte de los 458 que esperan que se cumpla su sentencia en el Estado de Bush, George. Y el quinto ejecutado en el año 2000.

En 1976 disparó y mató a un policía, pero el suceso tenía componentes polémicos. El agente le pidió que se identificase cuando Hughes estaba en su coche en al arcén de una carretera. Cuando echó mano a la guantera para coger la cartera (y quedó demostrado que estaba allí), el policía le disparó. Hughes también disparó y le mató. Huyó y fue detenido dos días después.

Condenado a muerte ese año, la sentencia fue anulada en 1987 por un tribunal de apelaciones, que demostró irregularidades en la selección del jurado. Un año después se repitió el juicio y la condena. Desde 1997 había logrado aplazar su ejecución una docena de veces con recursos que finalmente fueron rechazados por el Tribunal Supremo. Y George Bush no concede clemencias.

Hughes era un ejemplo para detractores y defensores de la pena de muerte. Los primeros consideran que su caso demuestra cómo el sistema puede reinsertar a sus presos. Los que piden más ejecuciones -y más deprisa- lamentan que las arcas públicas le hayan pagado a Hughes sus estudios universitarios. Preferirían haberle visto morir antes y sin lo que, para ellos, son privilegios que no se merecía.

Hughes había recibido un premio por su contribución como dibujante y activista en varios grupos no gubernamentales. También trabajaba desde la cárcel para un bufete de abogados, comercializaba tarjetas de felicitación con sus dibujos y mantenía unas páginas de Internet con un periódico realizado por los reclusos. Cuando murió, la biblioteca del Congreso estaba a punto de otorgarle el certificado de transcriptor de braille.

Justo cuando se ejecutaba esta pena de muerte, otro Bush -el gobernador de Florida, Jeb- mostraba su alegría por la noticia que acababa de conocer: el Tribunal Supremo de EEUU desestimó la demanda sobre la constitucionalidad del uso de la silla eléctrica. Florida podrá seguir sentando a sus presos en la Old Sparky, la Vieja Chispas, como la llaman allí.

En esa silla de madera fue ajusticiado en marzo de 1997 el preso Pedro Medina; los que asistieron a la ejecución vieron aterrorizados que a Medina le salía humo de la cabeza, aunque la investigación posterior vino a echar la culpa al preso por morirse mal. Luego cambiaron la silla pero conservaron los viejos circuitos; los 2.400 voltios que aplicaron a Allen Davis el verano pasado hicieron que de su nariz cayera un reguero de sangre que convirtió la ejecución en un espectáculo aún más aborrecible.

Con esta sentencia, la alegría de Bush, Jeb, era ostensible: "Tengo esperanzas de que con esto por fin podamos acabar con los retrasos interminables e innecesarios en la ejecución de penas de muerte", aseguró el gobernador. Según el Supremo, la constitucionalidad de la silla eléctrica es irrelevante porque en ese Estado se acaba de aprobar una legislación que permite al preso escoger entre ese método o el de la inyección letal. Si no muestra preferencia, recibirá la inyección, pero puede optar por la electrocución aunque haya dudas sobre su constitucionalidad. Hace muy poco el Supremo permitió a un preso de Arizona elegir la cámara de gas, a pesar de que un tribunal de apelaciones había considerado que ese método es inconstitucional por su crueldad.

Las ejecuciones en Florida, suspendidas desde octubre, se reanudarán de inmediato. Y en Tejas este año se volverá a batir el récord del año anterior.

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