Gas
JAIME ESQUEMBRE
Domingo al mediodía. Retenciones en la N-332 a su paso por Vistahermosa, en Alicante, dirección norte. Medio centenar de vehículos en punto muerto sobre el carril derecho, con el intermitente indicando su intención de girar junto a la gasolinera. ¿Accidente? No puede ser. Los de la izquierda circulan con fluidez. ¿Romería campera? Descartada por amenaza de lluvia. Se trata de los sufridos consumidores de gas butano, que cada domingo pierden buena parte de su valioso tiempo libre para asegurarse energía para la estufa y la cocina para el resto de la semana. En Alicante, ciudad de servicios de comodidad extrema cantada a los cuatro vientos, no funciona el reparto domiciliario de gas en días festivos. Resumen: cuando en casa trabajan o estudian todos, como es normal y deseable, o se toman un día libre entre semana para atender al butanero o ya saben: bombona al hombro y visita al distribuidor oficial.
El pasado domingo, la espera crispó los ánimos de los conductores. Muchos de ellos optaron por aparcar en un descampado anexo y caminar para solucionar cuanto antes ese problema doméstico. No calcularon que los que respetaban la caravana de vehículos iban a soliviantarse. "A la cola, listos", gritaban. Los butaneros optaron por no atender a los que iban a pie, que hicieron causa común y organizaron un plante improvisado. "Si no hay gas para nosotros, no hay para nadie", decían.
A esas alturas de la fiesta, el personal apagaba los motores, la N-332 se colapsaba y decenas de bombonas formaban un escudo frente al distribuidor para impedir el paso de coches. Con los ánimos crispados, el personal de Gas Brimain optó por reclamar presencia policial cuando la cosa pasó a mayores y se registraron los primeros empujones frente a la inusual barricada.
Conseguida mi bombona, que guardé celosamente en el maletero, me interesé por el caos. "Todos los domingos la misma historia, oiga, y esto no hay quien lo aguante", me dijo el butanero de turno. El gas ciudad tiene la batalla ganada. Si llega.
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