_
_
_
_

Alan Parker afirma que su mirada a las clases bajas es una vuelta a sus raíces El director británico estrena el viernes "Las cenizas de Ángela" en España

Gregorio Belinchón

A Alan Parker (Londres, 1944) le van las emociones fuertes. Después de rodar el musical Evita, el director británico ha llevado al cine Las cenizas de Ángela -15 millones de ejemplares vendidos y premio Pulitzer 1997-, memorias de infancia de Frank McCourt, un profesor jubilado de instituto que vivió durante su niñez y adolescencia en los más sórdidos callejones de la irlandesa ciudad de Limerick. Parker achacó ayer en Madrid su creciente interés por las clases sociales menos favorecidas a una vuelta a sus raíces.

De hablar pausado y agotado con la vertiginosa promoción que le está llevando por toda Europa, Parker se siente satisfecho con su último largometraje, que se estrena en España el próximo viernes: "Quería huir del estilo algo extravagante de Evita. Me gusta cambiar de registro de proyecto en proyecto", aseguró ayer. El director, nacido en una familia obrera londinense, admite entre risas que en su carrera cinematográfica ha ido interesándose cada vez por clases más bajas: "Tal vez estoy volviendo a mis raíces. En realidad, no es una decisión consciente. Aunque cuanto mayor me hago, más ganas me entran de reivindicar algunas cosas". A Parker le ha salido una película aparentemente tristona, en contradicción con la novela, un prodigio de montaña rusa sentimental que lleva en pocas líneas del llanto a la carcajada. "No creo que sea triste, sino que he intentado ser justo y estar a la altura del libro, reflejando mis impresiones, que, por supuesto, serán muy diferentes a la de los otros lectores. Espero que haya un equilibrio entre la reconstrucción de la época y la acción".

Esta acción describe la infancia de Frank McCourt, que, en palabras del mismo escritor, fue una época durísima. Al contrario que muchos compatriotas, sus padres, el escritor y sus tres hermanos menores retornaron a Limerick, una pequeña ciudad irlandesa, desde Nueva York, tras la muerte de su hermana pequeña. Además de un padre borracho, una madre enferma, una pobreza desgarradora y la muerte de muchos familiares y amigos, McCourt sufrió el desprecio de sus vecinos y la dureza de la educación católica irlandesa de su época. "Como a todo el mundo, en cuanto leí el libro me cautivó y pensé que allí había una película. Pero los derechos de la historia ya los habían comprado Scott Rudin y David Brown, los productores de la película, así que desistí. Curiosamente, un año después ellos me llamaron para dirigirla".

El rodaje estuvo repleto de dificultades. "Dirigir es tan difícil como cuando empecé hace 30 años. Pero es verdad que rodar películas de época en Irlanda es complicado. Ya me pasó con The commitments. Irlanda ha cambiado muchísimo con los fondos de la Unión Europea. Así que ya no existen los callejones oscuros de Limerick y hubo que recrearlos en un estudio". Cuando se publicó el libro, los habitantes de esta ciudad criticaron a McCourt por su cruda descripción. En el rodaje, Parker comprobó que las aguas han vuelto a su cauce y que la ciudad se ha convertido en el parque temático de Las cenizas de Ángela. "Aun así, muchas de las localizaciones son las originales. No tuve problemas allí porque Jackie Charlton, el seleccionador de fútbol de Irlanda, y yo, como director de The commitments, somos los dos únicos ingleses queridos en Irlanda".

La posible crítica de tantos lectores acongojó a Parker hasta que decidió dar una vida propia a la película, separándola del libro. "McCourt fue muy amable: almorzó conmigo dos veces antes del rodaje y fue alguna vez a las localizaciones. Le pedí que leyera el guión y le gustó. Pero se apartó de la película porque se sentía un intruso, no sólo en el proceso, sino un intruso en su propia vida".

¿Y qué opina McCourt de la película? "Yo estaba en Los Ángeles y él la vio en Nueva York, así que le pedí que en cuanto saliera de la proyección me llamara y que no dijera nada a la prensa, para bien o para mal. No lo hizo, me puse nervioso, y Frank no apareció hasta horas después. Se había encontrado con un periodista y había hecho una entrevista elogiando la película".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_