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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Las cárceles brasileñas

Hasta mis manos llega un informe reciente de Amnistía Internacional sobre el estado de abandono de los centros de retención brasileños: comisarías, prisiones... ¡Es espeluznante! ParecePasa a la página siguienteViene de la página anterior

ser que allí se hacinan personas, más de 170.000, donde no hay sitio humano para más de 74.000. La situación es explosiva, no debe asombrarnos.

Ahora me explico las imágenes que veo en algunos telediarios de presos reclamando un trato digno. Es muy fácil pensar: "Lo que pretenden ésos es escapar". Eso es desentenderse del problema. Esa situación, por lo que se ve, explota periódicamente y entonces muere mucha gente.

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En 1992, en Carandiru murieron 111 presos. Sólo el número debería dar que meditar. El 29 de mayo de 1998, algo más cercano, estalló una reyerta entre bandas rivales en la prisión de máxima seguridad de Barreto Campelo, en Pernambuco, y murieron 22 presos y 13 resultaron heridos.

Para nosotros, Pernambuco es un confín, pero realmente no está tan lejos. Simplemente, de allí cerca vienen nuestras bien conocidas estrellas de fútbol. Amontonados, sin atención médica, en ocasiones ni siquiera la mínima, temerosos de en todo momento ser atacados por los otros reclusos en unas cárceles abandonadas a los más matones, hombres, mujeres y niños, las escenas que describe el informe de la organización Amnistía Internacional resultan dantescas, totalmente medievales.

Lo que hay allí son delincuentes, sí, pero ello no es óbice para que nosotros, los de afuera, a los que no se nos ha encontrado ninguna culpa, permitamos, nos hagamos cómplices de un trato que sólo puede catalogarse de inhumano.

Es injusto. Cada año mueren más personas en los centros de retención brasileños. Y la prisiones no son para eso: no son para morir.

Parece ser que existe un consenso en la sociedad brasileña en el sentido de que la situación penitenciaria está en crisis y de que es necesaria una profunda reforma de la misma.

Quiero sumarme a ese consenso y solicitar que, más allá de palabras, se tomen las medidas pertinentes para procurar mitigar esta situación.- Elena Pumarega. Madrid.

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