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Mucho ruido y poco espacio

Otra vez se ha puesto el dedo en la llaga. El encargado ahora ha sido el artista británico Sting. Madrid carece de infraestructura, es decir, de un espacio adecuado para acoger un concierto de rock. El viejo líder del grupo Police ofrecerá, entre finales de mayo y primeros de junio próximos, una serie de conciertos por varias ciudades de España entre las que no está incluida la capital de España. El problema radica en la falta de espacios propios para la música capaces de acoger a más de 3.000 espectadores en cualquier época del año. Sting tiene suficiente tirón como para llenar la plaza de toros de Las Ventas (que tiene capacidad para 18.000 espectadores), pero su gira coincide con las corridas de la Feria de San Isidro.

La alternativa podía haber sido el Palacio de los Deportes de la Comunidad (con capacidad para 10.000), pero el músico británico no guarda muy buen recuerdo del sonido que ofreció en su último concierto allí, hace unos años, y por ello ha decido excluir Madrid de su próxima gira por tierras españolas.

La carencia de lugares adecuados en la capital capaces de albergar a más de tres mil espectadores para un concierto de rock en cualquier época del año se ha convertido en un problema de difícil solución.

La ausencia de Sting se añade a una larga lista de artistas que incluye nombres como los de Eric Clapton, Pearl Jam o Nine Inch Nails, por citar solo los más recientes. "Puede que Madrid se pierda cerca de 20 actuaciones importantes al año por carecer de lugares para más de tres mil personas", afirma Julio Muñoz, organizador, entre otros acontecimientos, del Festimad de Móstoles.

"Hace falta un lugar grande para macroconciertos, que pueda usarse todo el año, ya que las plazas de toros y los pabellones deportivos no siempre están disponibles", comenta Fernando Esteve, veterano promotor de prensa de casi todos los grandes conciertos que han pasado por Madrid.

Que sean específicos para la música es otro de los problemas. Muñoz lo ve así: "El hecho de que los conciertos tengan que hacerse en lugares pensados para el deporte o los toros y no para la música, conlleva muchos más gastos de producción; es decir, montaje de escenarios, camerinos, equipos de sonido..., y todo eso afecta al público, que tiene que pagar más".

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El caso de Barcelona, que remozó sus instalaciones deportivas de cara a los Juegos Olímpicos, pero pensando en que también podría dedicarse a la música, sería un ejemplo a seguir.

Eduardo Möller, de Gay & Company, empresa barcelonesa responsable de la gira de Sting, asegura que en la Ciudad Condal han paliado el problema gracias a "la renovación y aumento de instalaciones como consecuencia del año 1992".

"Incluso", llega a recordar Möller, "el comité olímpico encargado de las obras nos pidió asesoramiento a las empresas de organización de conciertos para facilitar la conversión de los pabellones de deportes en auditorios de música con la mínima inversión y el menor esfuerzo".

Que Madrid se ha quedado obsoleta en cuanto a instalaciones es algo que duda muy poca gente que tenga que ver con ese mundo. "Además, el pabellón de Deportes de la Comunidad", señala Julio Muñoz, "no se puede reservar con meses de antelación, pues no se sabe si se tienen que disputar los play-offs de los equipos madrileños de baloncesto que lo utilizan hasta que estos se clasifican. Eso hace que muchas veces no se arriesgue nadie a pagar la reserva, ni del artista ni del lugar, que es elevada y luego podría no celebrarse. Así no se puede incluir Madrid en la gira de un artista importante ya que se organiza con mucha antelación".

Sin embargo, la utilización de un pabellón o una plaza de toros para la música resulta rentable para sus dueños. La Comunidad de Madrid es propietaria de la plaza de Toros, el Palacio de los Deportes y el polideportivo de La Peineta, y saca pingües beneficios por alquilarlo a las empresas de conciertos. Por eso Julio Muñoz se pregunta cómo aún "nadie se ha puesto a construir un lugar específico para macroconciertos. Es algo que Madrid tiene pendiente".

Salas como Caracol, Arena, Macumba, La Riviera o Aqualung cumplen su función para grupos que arrastran de 400 a 3.000 espectadores por concierto, pero a partir de hoy es cuando surge el problema. "Palacios de deportes o plazas de toros hay para aburrir", señala Muñoz, "y no digo que no hagan falta más, pero que también se necesita uno sólo para música".

Aparte del público, otro de los grandes afectados por la carencia de auditorios grandes en Madrid es el colectivo artístico español. "Son muy pocos los artistas españoles que pueden acceder a tocar en el Palacio de los Deportes o en Las Ventas porque hay que poner un precio muy alto, y el público ve raro pagar tanto por un grupo de aquí", apunta Fernando Esteve. "Y, sin embargo, por tirón, muchos de ellos por sí solos, o en conciertos compartidos, serían capaces de llenarlos", puntualiza Muñoz.

La gran oportunidad se perdió cuando se remozó el Auditorio de la Casa de Campo, de propiedad municipal, conocido como el Rockódromo. "Se construyó mal porque el escenario mira hacia el paseo de Extremadura. Para sonar bien ahí hay que poner muchos vatios, con la consiguiente molestia a los vecinos de la zona", comenta Julio Muñoz, que hubiera visto "más lógico que se hubiera hecho mirando hacia la Casa de Campo, que no molestaba a nadie".

Pero el Rockódromo tampoco podría utilizarse en esta época del año, en la que incluso hay probabilidades de que nieve abundantemente.

Un lugar grande y cubierto, o con posibilidades de cubrirse (La Cubierta de Leganés, por ejemplo, se antoja demasiado lejana para los aficionados capitalinos), es lo que demandan los artistas, los organizadores y el público. Un problema para el que ni en el año 2000 se ven vías de solución, ya que el coste de su construcción sería elevada para la iniciativa privada; y, al parecer, tampoco es una actuación que se considere prioritaria para las diversas administraciones públicas.

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