Voces emergentes

La Gala Lírica que, auspiciada por la Orquesta de RTVE, reúne cada año en el teatro Monumental a ganadores de los concursos de canto de nuestra geografía, se ha convertido en una cita esperada con fervor por los aficionados. Los nuevos valores viven en el recital una especie de subjetivo concurso de concursos, con armas más bien escasas: únicamente un aria por cabeza. De ahí que la primera condición para revalidar el éxito sea la de escoger lo que se canta con el máximo acercamiento a las actuales condiciones técnicas y expresivas de cada cual.Es precisamente lo que hizo el brasileño Rodrigo Esteves (primer premio del Acisclo Fernández, de la Fundación Jacinto e Inocencio Guerrero), con la romanza Mi aldea de Los gavilanes, luciendo un fraseo y una línea de continuidad de mucho mérito. Es lo que justamente no hizo la soprano Carmen Serrano (segundo premio del concurso Pedro Lavirgen, 1998), afrontando el dificilísimo Come scoglio de Cosí fan tutte, una pieza que de momento la sobrepasa.

Del concurso Pedro Lavirgen actuaron dos voces. Sin embargo, del Julián Gayarre de Pamplona ninguna, aunque las gacetillas del mismo día en los periódicos anunciaban un representante. No se dio ninguna explicación a la ausencia. Guillermo Orozco, tenor ganador del concurso cordobés, mostró carácter, potencia y personalidad en el aria Quando le sere al placido de Luisa Miller. Fue uno de los triunfadores de la noche, tanto por su intervención individual como acompañando a la soprano Olga Mykytenko (segundo premio del Francisco Viñas, 1997; el primero quedó desierto) en la escena final del primer acto de La Traviata, un desafío en toda regla que la soprano ucrania resolvió como pudo. Su voz es hermosa, muy hermosa, pero la línea de canto tiende a veces a la afectación y a la aceleración. El público la recompensó largamente en sus ovaciones.

Técnica y expresión

No tuvieron su día las chicas. Sandra Pastrana (ganadora del Manuel Ausensi, 1999) centró su intervención en un aria de I Capuleti e i Montecchi de Bellini, adoleciendo del encanto aéreo que requiere la melodía del belcantista italiano. Otro belcantista, Donizetti, le sirvió al coreano Jae-Chul Bae, ganador de los concursos de Bilbao y Jaume Aragall, para hacer una demostración de canto impoluto, técnicamente impecable y expresivamente algo distante, características que también concurrieron en su compatriota Soon-Won Kang, un poco menos técnico y un poco más expresivo en cualquier caso.

El tenor madrileño Ángel Rodríguez (primer premio del Francisco Alonso, 1999) posee una voz pequeña que administra con gusto, y el alicantino Antonio Gandía (ganador del Alfredo Kraus, 1999) una voz bella, una dicción clara y una emotividad en exceso contenida.

La velada fue entretenida. Habría sido preferible, sin embargo, prescindir de las oberturas operísticas para dar a los cantantes una segunda oportunidad. García Asensio acompañó sin problemas y sin excesivo protagonismo. Éste quedaba reservado totalmente para las voces emergentes.