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La Hispalense digitaliza la fototeca para evitar el deterioro de los fondos y facilitar su uso público El archivo guarda unos 35.000 negativos del siglo pasado con motivos histórico artísticos

La Universidad de Sevilla está actualizando los fondos de la fototeca, un archivo que consta de unos 35.000 negativos de varios formatos (hay placas de cristal de 30x40 que son verdaderas joyas) y fotografías antiguas de elementos artísticos de Andalucía e Hispanoamérica, sobre todo. La fototeca se fundó en 1907 por lo que hoy ya podemos decir que el archivo recoge un valioso material del siglo pasado que no está en el mejor estado de conservación posible. El personal de la Universidad está digitalizando las fotografías para que el futuro uso público sea más cómodo y se evite un mayor deterioro.

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En 1860 la reina Isabel II hace un viaje por Baleares, Cataluña y Aragón. Siguiendo los pasos regios, cámara en ristre, andaba un fotógrafo de la época, el inglés Charles Clifford, quien a partir de entonces es nombrado fotógrafo de la corte. Él ya apuntaba en su currículum, inflándolo quizá, que había sido hasta que llegó a España en 1852, el fotógrafo de la reina inglesa. Clifford se convierte así en uno de los profesionales del papel albúmina y los tonos sepia más famosos del momento. Fue testigo de la restauración del puente romano de Alcántara (Cáceres) que es el hilo por donde se apresa este relato. En una carpeta forrada en tela verde y marcos dorados aparecen las fotografías de aquella restauración que atajó el estado de terrible deterioro que soportaba el puente. Esa carpeta se conserva en la fototeca del laboratorio de Arte de la Universidad de Sevilla. Allí aparecen magníficamente conservadas aquellas tomas del inglés que recorrió el país tras los pasos de la reina. Es una pequeña muestra del tesoro que encierra entre cuatro claustrofóbicas paredes la fototeca de la Hispalense. La pequeña habitación situada en la entreplanta de la Facultad de Historia tiene agrietado el techo y unas condiciones que no son, desde luego, las óptimas para conservar este gran archivo histórico artístico.

La fototeca la funda Francisco Murillo Herrera en 1907 como respuesta a la demanda pedagógica de la titulación. Él fue quien aportó al archivo las primeras fotografías y gran parte del material que ahora se está actualizando. Esta tarea de actualización la llevan a cabo dos becarios, Antonio Librero y Maribel Gómez, comandados por el jefe del servicio de la fototeca, José Manuel Suárez Garmendia. Están ordenando los alrededor de 35.000 negativos y las fotografías que componen el archivo, un material que, en algunos casos está en grave peligro de desvanecerse. "Hay muchas emulsiones alteradas y las imágenes se están desvaneciendo, porque, salvo el soporte, es material orgánico", lamenta Suárez Garmendia. También los colores acusan el paso del tiempo y la escala de grises que se va perdiendo empobrece las tomas.

La digitalización del material comenzó el verano pasado y ya tienen en formato de disco compacto cerca de 15.000 imágenes que facilitarán el uso de los profesionales y curiosos que se acerquen hasta la fototeca. Pero el verdadero problema es que los negativos sufren los achaques de una mala conservación que no parará a menos que se acometa su restauración: se necesita dinero para ello. Por ahora, los dos vicerrectorados que se han volcado en esto y que han aportado las primeras sumas son el de Investigación y el de Extensión Cultural. "El archivo necesita además que le trasladen a una sala con unas condiciones específicas de humedad y temperatura". De eso no se sabe nada por ahora.

La fototeca de la Hispalense recoge imágenes de elementos artísticos: esculturas, pinturas, edificios, monumentos, cerámicas, lo que le concede un triple valor: el artístico, el que incorpora la fotografía como una forma de arte para el estudio, con sus diversas técnicas a lo largo del tiempo; el estético, por los mismos motivos; y el documental: hasta este archivo se han trasladado restauradores que trabajaban en algún edificio antiguo para no perder detalle de la obra en su estado original.

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Cuando los becarios terminen de catalogar y actualizar las fichas puede que se encuentren con alguna sorpresa porque todavía no se sabe de qué año son las tomas más antiguas ni todo lo que se recoge en ellas. Además de los elementos artísticos, en el archivo se han colado algunas fotos con escenas costumbristas.

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