_
_
_
_
_

"Tenemos un poco de síndrome de Estocolmo"

Victoria Moreno y Carlos Nelson Falcione relatan la peripecia de su cautiverio en el avión indio

"La pistola era su mano, la mano de los secuestradores; se dirigían a nosotros con el cañón por delante, tocándonos la cara o la cabeza". Carlos Nelson Falcione y Victoria Moreno ofrecieron ayer en la isla de Ibiza -donde residen- una emotiva y serena versión de la cruel semana de cautiverio en el interior de un avión, una peripecia que ambos padecieron, junto con otros 153pasajeros, a manos de separatistas de Cachemira. El vuelo Katmandú-Nueva Delhi de Indian Airlines duró 170 horas, tras las cuales ambos reconocieron tener "un poquito el síndrome [de Estocolmo]". Falcione también reconoció a una televisión argentina no sentir odio hacia los piratas aéreos, sino "un poco de respeto, de admiración". "Yo no soy capaz de hacer todo eso y estos señores, con 29 años y pistola en mano... es admirable".Victoria y Carlos se refieren a sus captores sin acritud. El 31 de diciembre pisaron libres el desierto del sur de Afganistán e ignoraban gran parte de lo sucedido. Creían que estaban en Dubai. Temieron finalmente que los talibán que les protegían en estrenada libertad fueran peores que los piratas aéreos.

Más información
Una semana bajo constante amenaza de muerte
Sed, calor y fetidez

"Había un secuestrador", narró Victoria, "que nos trataba como queríamos; si nos veía hundidos y poníamos en peligro lo que ellos querían, nos animaba. Casi le cogías un cariño. A pesar del maltrato que sufrías y que no querías estar allí, entendías su posición. Él te animaba como si fuera tu hermano, en plan muy personal".

Carlos cuenta que "anímicamente estaba bastante mal y de alguna manera él [el terrorista que era el interlocutor, en inglés, de los pasajeros] me ayudó. Era una relación amor-odio. De pronto te llamaba hermano y te decía que tranquilo, que no iba a pasar nada". A veces, el comando asustaba al pasaje sacando el seguro de las granadas y exhibiéndolas amenazantes.

Hasta el cuarto día, el conjunto de secuestrados no supo quiénes les retenían ni las exigencias de los piratas. Hasta horas después de su liberación no tuvieron una visión global de la situación por la que habían pasado, y en ese momento supusieron que uno de los pasajeros había sido ejecutado. "Sabíamos una cuarta parte de lo que pasaba. Éramos las piezas de los secuestradores y estábamos allí".

Los europeos fueron separados de los asiáticos. "El momento peor fue una amenaza general de muerte mirando al lado en que estábamos los occidentales", explicaron. En una casual petición de papel para secar las lágrimas, Carlos y Victoria contactaron con la otra pareja de secuestrados de Mollerusa, que no conocían. "Anna Lloret se secaba con un trozo de diario y me pidió papel higiénico. Me contestó "gracias" en catalán y nos identificamos. Nos ayudamos desde entonces", explicó Victoria, natural de Barcelona que desde medio año atrás habita en Ibiza.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Carlos, de origen argentino pero que desde que tenía un año vive en Ibiza y tiene nacionalidad española, manifestó: "A veces deseabas que de una manera u otra todo acabase. Llega un momento en que no soportas esta situación y quieres que la cosa termine de una vez, en un sentido u otro". "Cuando las negociaciones con India fueron mal, ellos [los piratas] tuvieron que hacer valer su fuerza y se pusieron un poco más duros con nosotros. Pero, en líneas generales, nos han tratado bastante bien". Cada día, el comando lanzaba sus amenazas y hacía bajar las cabejas a todos y vendaba los ojos a los hombres. "Era como una emergencia diaria y nos asustaban, diciéndonos de todo", anota Victoria, que reconoce instantes de derrumbe psicológico: "De pronto decía "no puedo más, ni un minuto más".

El secuestro comenzó horas antes de la Nochebuena y concluyó cuando finalizaba el año 1999, en puertas de la Nochevieja, en un desierto de Afganistán. "Fue el mejor atardecer que he visto en mi vida", dice Carlos mientras su pareja señala que cuatro horas antes del final feliz vivieron el peor instante: les anunciaron que las negociaciones estaban rotas y que les iban a matar inexorablemente. Ambos, ayer, celebraron con los suyos sus respectivos cumpleaños: 30 años, Carlos, y 29, Victoria; han cumplido cinco meses de convivencia compartida, de los que tres han sido de periplo por India.

Los piratas los amenazaban, pero también le conminaron a contar chistes para relajarse. "Al principio no te lo crees, no tomas conciencia, hasta que tienes la cabeza hacia abajo. No nos dijeron toda la verdad: decían que sólo pedían que el Ejército indio cesara la violencia con las mujeres y los niños".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_