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Reportaje:

Patrimonio invisible

Nada de lo que haga el profesor de Historia Antigua de la Universidad de Málaga Fernando Wulff (Santiago de Compostela, 1955) entrará en los límites de la ortodoxia. Por eso, sus alumnos adeptos siempre multiplicarán a sus detractores entre la docencia. Su último trabajo es un librito, Los nueve senderos de la ciudad, donde a través de textos poéticos y fotografías propone un viaje iniciático entre la memoria de los pasos, los olores, las palabras, los sonidos, la memoria, las canciones y los edificios perdidos de Málaga para alcanzar un secreto. Sólo hay un camino que aconseja no seguir: el del poder, (el de los que "han vendido todo lo ajeno, han hecho de las palabras su engañifa y de las ciudades y del mundo el escenario de sus destrucciones").El libro viene a ser el complemento de otro que publicó hace tres años (Otra s) Historia (s) de Málaga, que, como éste, también se basaba en textos de sugerencia poética y fotografías y fue utilizado por la librería malagueña Prometeo como regalo para clientes. Pero al contrario que aquél, que planteaba un recorrido cronológico, en éste, el recorrido es poético e intemporal. O, mejor, transversal al tiempo.

Grabados y fotografías ya centenarias, zaguanes y edificios enteros perdidos, rincones y detalles ocultos de la ciudad, antiguas chimeneas fabriles, fragatas hundidas, estatuas en cementerios abandonados, carteles ajados en la pared, ánforas viejas o labores remotas aparecen en imágenes a lo largo del librito. Al lado, las palabras de Wulff, como en un libro oriental, sugieren al lector bucear en su pasado preguntándose sobre él. "Éste es un libro que toma como clave una urbe paradigmática como ciudad destruida, un lugar donde se ha jugado mucho con la memoria de la gente. El sentimiento de abandono en quienes ven cómo destruyen su barrio está muy por encima del análisis. Procuro que la gente se dé cuenta cuánto vale lo perdido", comenta Wulff.

Convencido, como Gramsci, de que "cada hombre es un intelectual" y que "el lenguaje poético nos iguala a todos", Wulff propone en su guía "una reflexión sobre la ciudad a partir de una serie de miradas a cosas que aparentemente no vemos". Recuerdos, palabras, olores, sonidos que se olvidan, "los restos de la gente que siguen aún en medio de las ruinas y sus sueños" se convierten en la guía para ir "encontrando tu propio camino".

Wulff es acérrimo defensor de la enseñanza en "escuelas públicas y de calidad" de una historia que "ya empieza a no servirle al sistema escolar". "La Historia nace para servir al Estado, pero nosotros, tenemos la obligación de enseñar a que no te manipulen el pasado", asegura un Wulff optimista que recuerda que si bien las ciudades se han convertido en absolutos paradigmas de "gentes poderosas empeñadas en que veamos sólo la mentira de la modernidad", ya no se puede "destruir el pasado impunemente sin suscitar reacciones contrarias de la gente".

Su libro, en suma, esconde una propuesta activa para el lector: que descubra el valor de las cosas que construyen realmente su memoria y se organice contra la impunidad. Y pone un ejemplo. El caso de un barrio valenciano de pescadores condenado a la piqueta. La respuesta vecinal fue singular: cada cual buscó entre sus recuerdos fotografías asociadas a rincones del barrio. Las ampliaron y llenaron las paredes de la memoria privada de todo un pueblo.

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