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Tribuna:GENERACIÓN SIN NOMBRE (17)
Tribuna
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Catalanes para el siglo XXI

El efecto 2000 se produjo en este caso de la siguiente forma: Conxa desapareció literalmente toda la semana y, en contra de cualquier pronóstico, reapareció el 31 por la mañana con estas páginas de su diario que reproduzco, según lo pactado, sin corte alguno. (Los paréntesis son míos.)"Comienzo por lo más importante: tres días con él (Gorka) me confirman mi instinto: le quiero. Delírium trémens. Acabé presentándole a mis padres y ellos escenificaron para él la clásica discusión catalana milenarista: ¿Vidal-Quadras, provocador o no? Venció, como siempre, mi madre, muy fan del terapeuta identitario (Pujol), y mi padre reconoció que había nacido en Madrid (un handicap). Gorka se puso del lado de mi madre e intimaron a morir: les arropó la música del Concert de Sant Esteve desde el Palau. Catalanes y vascos deben de estar hechos para entenderse, ¿no? Desde ese día, Gorka me llama Conxa y no Inma, que era el nombre con el que me conoció en Madrid, y me pidió que le enseñara la auténtica Cataluña. Él ha hecho que yo viera mi ciudad y mi gente con nuevos ojos, con la perspectiva del siglo XXI, si es que la tenemos".

"Le hice un tour casi japonés; en la Sagrada Familia, me descubrió nuestro "gigantismo pequeño": cuatro dedos al cielo, raíces en la tierra, voluntad de afirmación histórica, detallismo decorativo... milenarismo místico. Es un observador penetrante, por oficio; enseguida se dio cuenta de que Barcelona tiene más sucursales bancarias que catalanes por metro cuadrado y no le pasó por alto que hasta nuestros niños llevan móvil. Yo no me había fijado porque me dedico a otras cosas, pero él es asesor de comunicación al cuadrado, o sea, de un grupo de ídem: sí, stock options, grandes negocios y, sobre todo, gente que habla con otra gente. Él, por ejemplo, es capaz de hablar conmigo y con su madre o su jefe a la vez. A mí me comparó con La Pedrera: imaginación ecléctica, originalidad mediterránea, audacia futurista... "Tú también eres así", murmuró en el taxi que nos dejó en la plaza de Sant Jaume. Lo apunté para no olvidarme y anoté también que no mencionó el Barça ni una sola vez".

"En el Barri Gòtic se prendó de un caganer que representaba a Anasagasti con su pelo planchado y un paraguas negro. Ante el Palau Sant Jordi, me hizo notar que, en contra de lo previsto, no hemos dejado símbolos olímpicos claros: coincidí con él, nos falta un Guggenheim y nos sobra un casino en la Vila Olímpica, a la que Leni (estilista cubano vecino de Conxa) llama "Atlantic City". Acabamos tomando chocolate en Petritxol y discutiendo sobre Cobi: a mí ese bicho me sigue inspirando ternura. No sé por qué siempre que se discute de Cobi, incluso con alguien de fuera, es como si se hablara de Maragall, del que Gorka dijo que nos ha inoculado un "virus olímpico". Asentí y le confesé que en mis años mozos fui voluntaria acompañante de VIP olímpicos africanos, con lo cual lo aprendí todo sobre Loewe".

"Han sido tres días tranquilos y turísticos; tres noches, una bailando, otra con mis padres y la tercera hablando, por el móvil, sobre los catalanes del siglo XXI: "¿a qué os queréis dedicar?", insitía en preguntarme. La verdad, no supe que decirle; no podemos dedicarnos a los castells, a las sardanas o al Barça por muy simbólicos que sean. Todo esto me dejó inquieta cuando él (Gorka) se fue a Madrid y luego a Bilbao: tenía que pasar el fin de año con sus padres. Son sus tradiciones. A mí no me importó no tener plan y pasar esa noche colgada del móvil. Miento: me importó mucho, así que hemos pasado dos días de morros telefónicos. Esto sí que es el efecto 2000: me doy cuenta de que le quiero y me odio a mí misma por quererle. Alguien tendría que explicármelo". Es una lástima que doña Elena Francis esté tan jubilada como el siglo XX. (Si el amor no lo impide, continuará).

Resumen de lo publicado: Barcelonesa de identidad múltiple, Conxa o Inma, como la llaman en Madrid, de 31 años, creativa ejecutiva publicitaria, se ha enamorado en plena investigación sobre el perfil generacional de las treintañeras españolas. La primera consecuencia de esa circunstancia es, según pone de manifiesto su diario, un evidente cambio de personalidad de imprevisibles secuelas.

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