_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El segundo destierro del exilio cultural

Se cumplen este año sesenta desde el final de la guerra civil y de una de sus consecuencias, el comienzo del exilio de numerosos españoles partidarios de la República que huían de la dictadura implantada por los vencedores.El drama del exilio alejó a buena parte de la élite cultural y profesional de la época. En la cima unos de sus respectivas trayectorias, en condiciones otros de ofrecer sus primeros trabajos de calidad, eran el resultado de un momento de excepcional brillantez que ha venido a calificarse de "edad de plata de la cultura española", como si en el pasado hubiera existido una etapa comparable en calidad, cantidad e incidencia social capaz de abarcar simultáneamente la plural diversidad de este país.

Esa cualificada minoría culta no era resultado espontáneo del mecenazgo interesado, del genio individual o del acceso al dominio de la sociedad del burgués conquistador con el consiguiente despliegue de intelectuales y técnicos dispuestos a crear, entender e interpretar el modo con el que debía ser observado el mundo. La minoría culta que en los años 20 y 30 ofrece su enorme potencialidad creativa, científica y formativa era expresión de un contexto y de una trayectoria. El crecimiento económico regular, la expansión de la población urbana, el moderado ensanchamiento y activo protagonismo en la vida del país de las capas medias ofrecieron el trasfondo. La recuperación de identidades nacionales, las tensiones sociales y el desarrollo del movimiento obrero añadieron fermento a nuevas formas de pensar la realidad. La meritoria labor editorial puso al alcance del lector obras poco frecuentes.

El esfuerzo de recuperación del atraso educativo proporcionó lo que podemos entender como una particular acumulación originaria de capital humano. Desde 1907 la Junta para Ampliación de Estudios e Investigación Científica promueve la incorporación de los universitarios más aventajados a los altos estudios europeos. Si hasta la Segunda República predomina una perspectiva elitista de la educación, comienzan a darse las circunstancias para que esa minoría, laboriosamente instruida, amplíe su base y desde su institucionalización académica consiga generar una continuidad basada en el estudio y la formación de escuelas científicas.

La guerra civil y el exilio arrasaron todo eso. La depuración hizo el resto. La estructura de producción y transmisión de saberes, el clima de creación y difusión cultural, quebró. Por América Latina, y en menor medida Europa, se desparramó el mayor caudal de conocimiento nunca antes acumulado por España. Clara E. Lida nos ha ofrecido en sendos libros la historia de su inserción y de su contribución a la creación del centro de excelencia en ciencias humanas y sociales más importante de Hispanoamérica, El Colegio de México, inspirado en el modelo de la Junta para Ampliación de Estudios.

Hubo exiliados que resistiéndose a la idea del destierro en la acepción de desprender la tierra de la raíz, hicieron suyo el neologismo transterrado para dar cuenta que en su descuaje habían llevado consigo una parte del suelo en el que hundían su creatividad y sus reflexiones. Los estudios sobre emigraciones nos muestran que el fenómeno no se circunscribe a los expatriados políticos. Y la ignorancia del término en el castellano contemporáneo prueba que la Academia y los diccionarios de uso, por no decir la actual cultura española cualquiera que sea la lengua en la que se exprese, son deudores de la cultura interior y que el extrañamiento fue más profundo de lo que llegaron a creer sus protagonistas.

Entre los escritores fue habitual el apego al país que habían dejado atrás y las referencias a situaciones, personajes o motivos siguieron dominando sus futuras obras. España peregrina fue el título de la revista fundada en México por Juan Larrea, Josep Carner y José Bergamín para dar cuenta de una continuidad que el tiempo y la rara comunicación con el público español fue desvaneciendo. Vivieron el destierro y su literatura quedó cortada del destinatario que deseaban seguir haciendo suyo cuando el autor más precisaba el estímulo de saberse atendido. Quien haya leído los Diarios de Max Aub percibirá el continuo desazón de uno de los mayores novelistas de este siglo ante la abrupta separación del lector para el que preferentemente escribe. Pocos conocieron la fortuna de regresar y ver celebrada su obra. Entre tanto, la "España peregrina", como sucediera con la Sefarad hebrea, acabó respondiendo a un recuerdo antes que a una realidad actualizada. La amargura de Aub en La gallina ciega ante un país en el que ya no se reconoce -ni le conoce- treinta años después de haberlo abandonado y de idealizarlo resume lo que acabaría pasando.

Médicos y científicos pusieron sus conocimientos al servicio de los países que les abrieron las puertas. Historiadores, juristas, científicos sociales o críticos de arte pasaron casi todos a estudiar la sociedad que les recibía y en su mayoría acabarían siendo ajenos a la evolución de la cultura en la España contemporánea. ¿Cuantos de los siguientes nombres han incidido en la orientación de sus respectivas disciplinas? José Gaos, Juan David García Bacca, Adolfo Sánchez Vázquez y Eugenio Imaz en filosofía e historia del pensamiento; Luis Recaséns en filosofía del derecho; Fernando de los Ríos en derecho político; Ramón Iglesia, José María Ots Capdequí, José Miranda, Luis Nicolás d"Olwer, Josep Maria Miquel i Vergés, Francisco Barnés y Vicente Llorens en historia; José Medina Echavarría y Francisco Ayala en sociología...

La ruptura de la continuidad en 1939 favoreció en España un tiempo de mediocridad en el que algunos jóvenes con talento vieron el camino despejado para su rápida progresión; otros de recursos más limitados fueron encumbrados aprovechando el vacío dejado por la generación del exilio. Por sectarismo, indiferencia o rivalidad, la memoria viva de los expatriados fue perdiéndose.

Vendría después, en los 60, el resurgir como evolución y reacción a la cultura existente. En la distancia, nuestros exiliados crearon y formaron discípulos mientras su país de origen los ignoraba. A la experiencia personal se uniría la del destierro cultural cuando su obra fue conocida a destiempo y mal. Fueron extrañados de una realidad que aprendió a vivir haciéndolos prescindibles. Quedaron como objeto futuro de un artículo, de una tesis doctoral, de algún congreso. Hoy son un buen tema para becarios con espíritu viajero pero carecemos de un esfuerzo institucional dispuesto a recordarnos la trayectoria que perdimos. Sólo así llegaremos a percibir la dimensión del dispendio realizado y a reconocerles como parte de nuestra historia reciente.

José A. Piqueras es catedrático de Historia Contemporánea de la Universitat Jaume I.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_