Los principales culpables FRANCESC DE CARRERAS
Los recientes y lamentables sucesos ocurridos días pasados en las universidades barcelonesas han sido un toque de atención -y desde este punto de vista el resultado, a la postre, ha sido positivo- frente al cual la mayoría de la sociedad catalana ha expresado claras convicciones democráticas. Sin embargo, también ha sido un sintomático reflejo del veneno intelectual que se quiere inocular, ante la pasividad general, en las conciencias de las personas desde determinados centros de notoria influencia pública. Hay que ser consciente, por tanto, de que el peligro es incipiente pero existe y que lo importante son las raíces del problema, no sus síntomas.Sería injusto y, sobre todo, equivocado decir que el problema es el nacionalismo catalán entendido como un todo monolítico: hay muchas maneras de entender el nacionalismo. Poner en el mismo saco de la no democracia a todos los nacionalismos me parece profundamente erróneo. El nacionalismo -catalán o español- es una ideología tan legítima, desde el punto de vista democrático, como cualquier otra. Ahora bien, si este nacionalismo no admite la igualdad de derechos de todos los ciudadanos y excluye a algunos por su origen o por sus ideas, entonces este nacionalismo excluyente se sitúa fuera del marco de la democracia y conduce a actitudes como las que comentamos.
Desde este nacionalismo catalán excluyente se impidió que Jon Juaristi y Aleix Vidal-Quadras pronunciaran la semana pasada sendas conferencias en el aula magna de la Facultad de Letras de la Universidad de Barcelona. Por supuesto, los responsables directos fueron quienes ocuparon por la violencia el lugar donde debía celebrarse el acto. Ahora bien, el principal responsable no es este grupo de estudiantes, sino las autoridades académicas, por un lado, y ciertos políticos, profesores e intelectuales que siembran desde hace tiempo la semilla de la intolerancia y que posteriormente han justificado la violencia dando así la razón a los boicoteadores.
La autoridad académica es responsable por su pasividad, debida más al miedo que a la convicción. El rectorado de la Universidad de Barcelona ha tomado unas medidas que recuerdan a Poncio Pilatos: remitir los hechos al fiscal y abrir un expediente informativo. Esto no es asumir la responsabilidad política propia, sino trasladarla a otros. Si el rector quisiera restablecer su menoscabada autoridad, tiene un camino muy claro: garantizar que las conferencias que no pudieron pronunciarse, entre otras cosas por su inhibición, se celebraran en fecha próxima presididas por él mismo. No parece que esta sea la vía escogida: la pasividad, pues, sigue.
De mucha más gravedad han sido las reacciones de sectores fundamentalistas del nacionalismo catalán. La desinformación que practicó Avui es un ejemplo de lo que no tiene que ser el periodismo. En algunas tertulias de medios de comunicación públicos, como es el caso de Postre de músic, programa de Catalunya Ràdio que dirige Josep M. Solé Sabaté y que destaca diariamente en la radiodifusión catalana por su nacionalismo fundamentalista, todos los invitados habituales -J. M. Fonolleras, Agustí Colominas y Eduard Moreno aquel día- justificaron la agresión y trasladaron la culpa a los conferenciantes. Isabel-Clara Simó publicó un artículo en Avui el pasado día 15 en el que decía: "I si una conferència compta amb el rebuig general dels alumnes, l"única cosa sensata que s"hi pot fer és suprimir-la. (...) Els organitzadors clamaven per la llibertat d"expressió, sense adonar-se que els estudiants també en tenen, de llibertat d"expressió. Imposar una presència, a la força, des del poder académic, és llibertat?". Mi compañera de tertulia en COM Ràdio Pilar Rahola se mostró de acuerdo con Simó, y el historiador Joan B. Culla, compañero en estas páginas, con otros argumentos, también se mostraba comprensivo con la acción de los violentos. Finalmente, el presidente de la Generalitat consideraba que éstos habían cometido, simplemente, una "tontería" porque se habían dejado provocar.
Los principales culpables de los lamentables sucesos no son los estudiantes que boicotean actos académicos, sino los que posteriormente los justifican y previamente han sabido crear el caldo de cultivo adecuado para que luego se cometan. La culpa real es de aquellos nacionalistas que dividen políticamente a una sociedad -siguiendo a Carl Schmitt, un jurista que justificó el nazismo- en amigos y enemigos: los primeros son los únicos que tienen categoría de ciudadanos, a los segundos hay que expulsarlos, erradicarlos o eliminarlos.
La consigna estaba dada desde hace tiempo: hay que impedir que hablen los que ellos, en nombre de Cataluña, han declarado repetidamente, constantemente, "enemigos de Cataluña". Los jóvenes del otro día no hacían otra cosa que obedecer las sutiles consignas que escuchaban desde hacía años. Ellos eran los autores materiales de los hechos, otros eran los autores intelectuales.
La democracia significa que en una sociedad no hay enemigos políticos: hay, en todo caso, adversarios que, además, son imprescindibles para que la sociedad, que es plural y diversa, se organice democráticamente. Y, por supuesto, todos tienen los mismos derechos. Al día siguiente del boicoteo al acto de Letras, en la vecina Facultad de Historia, de la misma universidad, los dirigentes de Euskal Herritarrok-Herri Batasuna Koldo Gorostiza y Gorka Martínez pronunciaron una conferencia. De modo ejemplar, nadie les boicoteó el acto. En Cataluña, la intolerancia siempre tiene el mismo signo.
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