El maestro que parece un profesor
La conferencia de prensa en el Ritz, atestada de informadores, se desarrolla bajo el signo de una normalidad que tiene mucho que ver con la naturalidad con la que el genio de manifiesta. Es decir, haciendo evidente la vieja, desusada y, en la actualidad, poco respetada máxima de que cuanto más grande es alguien más sencillo resulta. Tan sencillo es Woody Allen que, a menudo, parecía que iba a ser quien se iba a encargar de comunicarnos las frases de su sesudo, irascible y pomposo traductor.Woody Allen, que ha venido, según propias palabras (después viajará a Hamburgo con los mismos fines), "para que empiece a saberse que existe esta película", viste como en las películas, como un maestro algo rancio entonado en lana inglesa parda, camisa blanca sin corbata, y es de una amabilidad enternecedora. Cuando habla, cuando responde, se concentra en las preguntas y mira directamente al público. Mientras se le traduce y se le pregunta, se mira las manos, en actitud diríamos recogida y austera.
Ayer, en Barcelona, tuvo un par de momentos de impagable modestia. Cuando dijo que ya le gustaría a él rodar documentales, pero que no todo el mundo está dotado; y cuando admitió que, si por él fuera, estaría de gira tocando el clarinete por el mundo todo el año, pero que comprende que la gente acude mayormente a verle, más que a escucharle, por lo que representa, no por como toca. Dice que sus películas preferidas fueron aquellas que más se parecen a la idea original que las engendró: "La rosa púrpura de El Cairo, Zeilig, Maridos y mujeres y Balas sobre Broadway. Pero agradezco mucho al público que haya aplaudido otras, aunque yo las considero equivocadas".
Entre los asistentes a la conferencia de prensa se encontraba la actriz de doblaje María Dolores Gispert, la voz de Whoopi Goldberg y viuda del maestro radiofónico Miguel Ángel Valdivieso, que, entre otros genios como Jerry Lewis, dobló a Woody Allen en versión española. A la pregunta de un informador acerca de su opinión sobre el doblaje, Allen, que lo odia a muerte, respondió con fino y cariñoso humor: vino a decir que debía a sus dobladores el éxito que cosecha en Francia, Italia y España, puesto que en Estados Unidos, en donde aparece con su propia voz, apenas le dicen ahí te pudras. Por cierto, que la Sony, en su campaña de lanzamiento en el último Variety con anuncios sobre sus películas oscarizables, cuando llega a Sweet and lowdown propone a todo el mundo... menos al guionista y director Woody Allen. Es algo que al gran maestro, vestido de profesor, no parece preocupar ni mucho ni poco.
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