Muerta por lentejuela
La temporada de la compañía titular española se abrió anoche en la Zarzuela con entusiasmo por parte del público y algo de desconcierto. La primera parte mostró un botón de Escuela Bolera sobre una música francamente imposible para esta danza. Puede que el piano de Dorantes tenga sus propios valores, pero el Baile de Palillos no ve su marco idóneo en esa senda sonora; fue breve, y apenas se pudo ver el virtuosismo en estas lides de jóvenes como Sergio García (espléndido en sus saltos) o Aloña Alonso. Después Canales y Gómez encarnaron a Diego Rivera y Frida Kahlo en un intenso paso a dos donde se notó la química que despliegan juntos, aunque la estructura no dio para un dibujo más preciso de tan complejos personajes. Es como el boceto de una obra mayor que apetece ver.El cuadro flamenco Oripandó es una creación colectiva que se vuelve confusa, monocroma desde el tejido hasta la luz, con demasiada preponderancia del baile masculino (faltó allí la bailaora en su irreemplazable centro monitor) y donde lo más destacado es la voz templada a la vez que tierna de Ana Ramón.
Semblanza: Aida Gómez
Música: David Peña Dorantes. Trajes: Rosa García Andújar. Oripandó: A. Galia, I. Galván, I. Bayón, Currillo. Música: Diego Franco. Carmen: José Antonio. Musica: G. Biset y Paco Arriaga (orquestación de Miguel Roa). Escenografía: José manuel Castanheira. Vestuario: Sonia Grande. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 17 de diciembre
Cerró la velada y ocupó toda la segunda parte el estreno de más envergadura, la Carmen coreografiada por José Antonio con su inveterada mano maestra. Su lectura usa del canon, se apoya en el todo orquestal para mover al cuerpo de baile, hace emotivos pasos a dos y ha creado sobre Aida una verosímil cigarrera llena de brío y sensualidad; ella está espléndida de baile y actuación, domina la escena, da cuenta de todos sobre el entarimado y el problema es la intoxicación de lentejuelas que sufre desde que sale a escena.
Escenografía
La escenografía de Castanheira es un serio trabajo conceptual, pictórico y eficaz en la maquinaria; el uso simbólico de los colores albero y rojo le concede un aire justificadamente oriental, al que se añaden proyecciones que son una bella idea, no así el vestuario que se vuelve ecléctico hasta el desconcierto (del torero-mariachi a los húsares Primer Imperio, de las zíngaras eslavas a los trajes negros sacados directamente del fondo de armario de Concha Piquer); el acierto vestuarista llegó cuando Carmen se vuelve un toro azul y espectral o con la sencillez de las enaguas blancas de la disputa. La factura de toda esta guardarropía de brillo deja también bastante que desear.
Volviendo a la coreografía de José Antonio, hay que citar sus citas, pues con toda intención lo hace de sí mismo al evocar Romance de luna y con el breve cameo de Carmen sentada en una banqueta en un extremo del escenario, que evoca la clásica coreografía que Alberto Alonso creara en los años sesenta en Moscú para Maya Plisetskaia, sólo que Aida lo hace en banqueta y pose parecidas pero en ángulo contrario. Son guiños de alta cultura coréutica que gustan y ennoblecen el producto, y la Gómez está perfecta cuando lo hace uniendo donaire propio a cuidada estilización, añeja herencia de la que ella es sin duda la mejor exponente de nuestros días. Antonio Najarro estuvo muy vital y hasta potente y entregado en su Don José, mientras Maribel Gallardo mostró una vez más su elegante clase en la bailaora de la taberna, donde desplegó aunque brevemente sus palillos de cristal.
La compañía está en una etapa de cambio de piel que, como se sabe, en todas las especies no está exenta de dolor; hay muchas caras nuevas y una vibrante calidad en ascenso, en maduración. Las sombras sobre los gozos de este programa en lo absoluto definen arbitrariamente el total del trabajo de la nueva dirección. El proceso es otro, en parte interno y de más largo alcance. Si no el aplauso, que al final se lo lleva el viento, lo importante es mantener confianza y esperanza en tiempos y productos venideros, pues a fin de cuentas esta agrupación sólo es una muchacha de 20 pujantes años.
Babelia
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