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El último contratiempo

Al aterrizar en Ankara, sobre las ocho de la tarde, surgió un último contratienpo para Javier Solana: un ojo de buey del Falcon recién abierto quedó atrancado. No se podía cerrar. Ni reparar. Quedó inservible para la vuelta. Otro contratiempo simultáneo: en Helsinki, al adjunto de Solana, el hábil francés Pierre de Boisieu, que ocupaba su silla, le atenazaron súbitos dolores en la espalda, esa marca de la casa.Pero los viajeros no podían emprender camino de vuelta. El cierre del dichoso ojo de buey se resistía a todo destornillador. Otra vez el presidente Jacques Chirac puso los medios -medios franceses- y envió un aparato de relevo. La expedición europea se quedó en el hotel Sheraton de Ankara. Durmió un par de horas. Retornó enseguida a Helsinki para informar de viva voz a la cumbre. Y a la prensa, sin alharacas. La diplomacia del avión acababa de resolver un problema enquistado desde hacía 36 años.

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El estreno de Solana

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