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La Capilla Sixtina recobra su esplendor tras 20 años de trabajos de restauración

Concluye la última etapa de la recuperación de los frescos del 'quattrocento'

Los últimos andamios han desaparecido de la Capilla Sixtina, la joya más preciada de los museos vaticanos. Desde ayer, cuando se presentaron a la prensa los frescos de las paredes laterales, recuperados tras más de cuatro años de trabajos de restauración, el conjunto completo de la antigua capilla Magna, reestructurada y decorada por decisión de Sixto IV, brilla con la majestad que corresponde a una sala donde se celebran los cónclaves para elegir Pontífice. Los frescos del quattrocento de Botticelli, Ghirlandaio, Roselli y Perugino lucen en todo su esplendor.

Los frescos restaurados, las series Historia de la vida de Jesús e Historia de la vida de Moisés, corresponden a la decoración más antigua de la Capilla Sixtina, y fueron ejecutados básicamente por cuatro maestros de las escuelas de Umbria y Toscana: Botticelli, Ghirlandaio, Cosimo Rosselli y Pietro Perugino, entre 1481 y 1482, años antes de la intervención magistral de Miguel Angel en la bóveda y el frontal del altar.Al entrar en la Capilla Sixtina lo primero que conquista la mirada es la pared del altar, con las escenas impresionantes del Juicio Final pintado por Miguel Angel entre 1535 y 1541, en lo que constituyó la tercera etapa de decoración de la antigua Capilla palatina o Capilla Magna, convertida por Sixto IV (de ahí su nombre) en la sala que hoy conocemos. Miguel Angel había plasmado ya su poderosa visión de la pintura con la Historia de la Creación del Hombre, en el techo abovedado de la sala, unos pocos años antes y por expreso encargo del Papa Julio II.

Pero la belleza artística de la Capilla no se agota en los frescos de Miguel Ángel. La actual rehabilitación, que cierra el largo ciclo (iniciado en 1979) de recuperación, se ha centrado en los frescos de Sandro Botticelli, Cosimo Rosselli, Pietro Perugino y Domenico Ghirlandaio. Otros tres artistas: Biagio d"Antonio, Luca Signorelli y Bartolomeo della Gatta, colaboraron en algunas de las escenas bíblicas.

Gran deterioro

El uso religioso de la Capilla Sixtina, con las consiguientes necesidades de decoración e instalación de luces, baldaquinos y adornos suplementarios, había dejado una huella mortal en los frescos de los maestros del quattrocento, apagados además, por una gruesa capa de polvo. Una vez reparados los desperfectos, retirado el polvo, y recuperado el brillo original de los colores con las técnicas más modernas, los expertos han sido capaces de descifrar los pequeños enigmas asociados a estas obras. "Ha sido posible aclarar la relación cronológica entre las pinturas y averiguar a cuáles de ellas hacen referencia los dos únicos documentos relativos al encargo de esta obra que han sobrevivido", explica Arnold Nesselrath, director de la sección de Arte medieval de los Museos Vaticanos. Se trata de un contrato fechado en octubre de 1481 para la ejecución de diez frescos, y de un informe sobre el coste de cuatro pinturas de 1482. Gracias al estudio exhaustivo de las obras, se ha podido comprobar que los contratos se refieren al trabajo de los cuatro maestros. Es decir, que los diferentes talleres se aplicaron al conjunto de la obra, aunque cada una de las doce escenas tiene su autor.

La restauración ha sacado a la luz, por ejemplo, la firma del Perugino en la escena del Bautismo de Cristo, mientras el nombre del mismo artista, que aparece en el architrave, se ha comprobado como una inserción muy posterior. El sentido de la "paternidad" de cada pintura estaba lo bastante difuminado como para que un artista pudiera intervenir en la pintura de otro. Los expertos creen ver la brillantez cromática de Botticelli en la exuberante palma que corona la escena del Viaje de Moisés a Egipto, debida a Perugino.

La restauración ha permitido investigar a fondo las técnicas utilizadas, los pigmentos y demás materiales, que, según Nazzareno Gabrielli, responsable del gabinete de investigación científica en esta restauración, "son, sorprendentemente, los mismos que usaban los maestros romanos, pese a que los cuatro pintores que intervienen son de la escuela umbro-toscana". Esas mezclas aparecen ya en las obras de Rafael y, son "más ricas que las empleadas por el propio Miguel Angel".

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