Burla
JUANJO GARCÍA DEL MORAL El Síndic de Greuges, Luis Fernando Saura, acudió el sábado al solemne acto convocado en las Cortes Valencianas para conmemorar el aniversario de la Constitución. Al verle allí, seguro que a más de uno le vino a la mente la palabra "burla" con la que sólo dos días antes había sido calificada la actitud del Síndic. Saura había renunciado el jueves a su "derecho" a "asistir y ser oído" en el Parlamento -que le nombra y ante el que debe rendir cuentas- después de que la oposición le pidiera explicaciones acerca de la utilización de su cargo para un asunto personal. Pero el sábado no tuvo empacho en acudir a las Cortes. En sus circunstancias, cualquier otro habría excusado su presencia, al menos para que, al verle, nadie pudiera aludir de nuevo a la "burla". Pero él no. Él está convencido de que no incurrió en infracción, "ni en hecho merecedor siquiera de reproche o censura", pese a haber utilizado su cargo para denunciar una cuestión personal. Hombre, yo no sé si la confusión entre esfera privada y pública que revela esa actuación del Síndic constituye infracción. Ahora, no me cabe duda alguna de que su actuación no es precisamente ejemplar y de que sí merece censura y reproche.
Pero si la actitud del Síndic es preocupante, no lo es menos la de la mayoría popular de las Cortes que le ha blindado. Con su férrea defensa de Saura, el PP demuestra que tampoco tiene clara la diferencia entre lo público y lo privado. Su argumento es que la Sindicatura de Greuges, como institución, debe quedar al margen de vaivenes políticos. De acuerdo, es necesario preservar la independencia del organismo para que cumpla con plenas garantías con su cometido de defensa de los ciudadanos frente a las administraciones. Pero esta protección de la institución no debe de servir de patente de corso: el Síndic está obligado a mostrar un comportamiento exquisito y a no dar motivos de ninguna clase que puedan dar pie e esos vaivenes. El Síndic no debe ponerse por encima de la institución, como ha sucedido. Afearle a Saura su conducta es, precisamente, la mejor manera de proteger a la Sindicatura. Y no permitir que se le cuestione constituye también una burla.
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