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Tribuna:
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Carta abierta al obispo de Córdoba

Eminencia:Habéis tenido la delicadeza de hacerme llegar -supongo que en mi condición de diputado por Córdoba en el Parlamento de Andalucía- una carta que reproduce casi literalmente el escrito publicado un día antes en diversos medios de comunicación. El respeto que me inspira la confesión religiosa que representáis, así como la correspondencia a vuestra delicadeza, me llevan a responderos públicamente. Y ello, además, porque mi condición de representante de los ciudadanos obliga a la mayor transparencia en mis acciones.

Comparto con Vuestra Eminencia que en esta cuestión de la Ley de Cajas están en juego "intereses políticos y económicos". Comparto igualmente que "la Iglesia... debe mantenerse ajena a intereses políticos y partidistas". Coincido, en fin, con V.E. plenamente en que "la Iglesia desea también para el futuro adecuar mejor los modos de su presencia en la Caja a la evolución de los tiempos". Como V.E., yo tampoco deseo que este debate pueda "ahondar divisiones entre los cordobeses".

Mire, Eminencia, me honro en venir representando a la provincia de Córdoba, a sus hombres y mujeres ininterrumpidamente desde 1977, como senador, como diputado a Cortes y como diputado andaluz, en nombre del partido socialista. Como miles de cordobeses y cordobesas, aposté por que la transición española resolviera pacíficamente y sin revanchismo los contenciosos históricos de nuestro país, entre ellos el de la aconfesionalidad del Estado. Siempre he pensado que una sociedad más justa y libre sólo se puede construir desde el diálogo y la tolerancia; nunca he sentido al adversario político -ni cuando el adversario era un dictador que ponía en peligro cotidiano las libertades de todos- como un enemigo; como nunca me he creído poseedor de la verdad absoluta.

Le digo todo esto, Eminencia, porque el respeto, la delicadeza, el diálogo y la tolerancia no me van a impedir decirle a Su Eminencia todo lo que pienso acerca de su carta. Por decirlo en el lenguaje coloquial de hoy: Su Eminencia se ha pasado. Mire, en democracia, que es el único sistema que garantiza la preeminencia de los intereses de los ciudadanos, en democracia, le digo, sólo hay un "soberano", que es el sufragio libre, directo, universal y secreto de los ciudadanos. Esa supuesta "injerencia" del Estado en la sociedad civil no es sino la puerta falsa por la que se pretende que entre el predominio de los intereses particulares; claro que el Estado -mejor dicho, los poderes públicos- debe escuchar y tener en cuenta los intereses parciales de la sociedad. Pero, Eminencia, no hay nadie, repito, nadie, que pueda hablar en nombre de la sociedad civil que no sean sus legítimos representantes, constituidos como tales; dicho más claramente: yo no puedo hablar por mí solo en nombre de los intereses generales, a pesar de haber sido votado por más de cien mil cordobeses, pero tampoco lo puede hacer Su Eminencia.

¿Sabe Su Eminencia cuál es la diferencia entre la "democratización" y la "cultura totalitaria"?: que en la democracia todas las opiniones son libres e iguales, y en las estructuras totalitarias sólo hay una opinión decidida unilateralmente por quien tiene todo el poder. Su Eminencia tiene todo el derecho del mundo a opinar sobre una ley en trámite en el Parlamento; el común de los ciudadanos, por el contrario, no tenemos ese mismo derecho respecto a las decisiones de la confesión religiosa que V.E. representa; ésa es la diferencia. El problema no es "la politización", ni las supuestas trabas al efectivo ejercicio de los derechos; el problema es que hay quienes defendemos que los poderes públicos tienen que estar al servicio de intereses generales, legítima y legalmente expresados, y hay otros que pretenden que los poderes públicos actúen como si los intereses -legítimos y respetables, pero parciales al cabo- de una confesión religiosa inspiraran el ordenamiento legal e institucional de la sociedad.

Señor Obispo, ¿cree de verdad que hay un "control cada día mayor sobre los medios de comunicación social"? ¿Piensa de verdad que la sociedad se deja imponer "criterios morales del poder"? Eminencia, sinceramente, respetuosamente, considero que sus opiniones no son de este mundo, ni de este tiempo. En este mundo y en este tiempo algunos, entre quienes humildemente me cuento, pensamos que la única forma de que los más débiles, los que no tienen más poder que el de su voto libre, directo y secreto, no estén desprotegidos frente a los poderes reales, económicos, ideológicos y culturales, la única forma, insisto, para que no estén desprotegidos es el ejercicio sereno, diario, sosegado pero firme, de la democracia.

Con toda mi consideración y respeto,

Manuel Gracia Navarro es diputado por Córdoba y secretario general del Grupo Socialista en el Parlamento de Andalucía.

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