Emergencia en el museo
1.800 escolares de Vizcaya participan en un simulacro de evacuación total en el Guggenheim
Parecían hormigas, cientos de ellas laborando en un gigantesco hormiguero. Disciplinados, en filas de a dos y, si acaso, de a tres, paseando con tranquilidad por las rampas del Museo Guggenheim que presentan esas joyas de dos ruedas de la colección de motos, los 1.800 escolares de entre 7 y 17 años que ayer participaron en un simulacro de evacuación en la pinacoteca bilbaína semejaban una extensa colonia de hormigas. Unos, con uniforme verde; otros, azul y con gorra; muchos con ropa de calle; los más pequeños, de la mano. Los niños y niñas procedentes de seis centros vizcaínos llegaron al museo de forma escalonada entre las diez y las diez y media de la mañana en 30 autocares.Sabían a lo que iban. Como decía Endika, un chaval de nueve años que apuntaba diligentemente en un cuaderno los títulos de los cuadros que más le gustaban: "Venimos a ver el museo". Si se le insistía, reconocía en voz más baja: "Bueno, y a un simulacro de emergencia". Lo que nadie sabía era cuándo tendrían que abandonar el edificio. El simulacro correspondía al nivel 3 de emergencia, el más extremo, que supone la evacuación total del recinto y era la primera vez que se realizaba.
Durante toda la mañana, los escolares se distribuyeron por las tres plantas del Guggenheim y disfrutaron de una visita guiada por las exposiciones. Las admiraciones se sucedían ante las piezas de El arte de la motocicleta: "¡Qué chula!", "¡es una pasada!". Poco a poco al hormiguero humano le entraban los nervios. Demasiado tiempo en fila, demasiado buen comportamiento. Los de los pisos superiores se asomaban a las barandillas y tiraban papelitos a los de abajo.
Poco antes del mediodía, comenzaron a sonar los mensajes de evacuación. En principio decían "atención, evacúen el edificio". Pero apenas se oían. "¿Es que estoy sordo?", se preguntaba Aitor, del colegio Cervantes de Bilbao. Desde el centro de control del museo, en la segunda planta, se transmitió el aviso a todos los vigilantes y asistentes de seguridad por medio de los intercomunicadores. Ellos pusieron en práctica el manual de autoprotección, de obligado cumplimiento en centros de estas características. Detrás del respaldo de las sillas que se encuentran en todas las salas del museo, hay una bolsa que contiene las normas de seguridad y un peto fosforescente, que se colocan los asistentes. De esta manera se convierten en guías visibles hacia las salidas de emrgencia, 12 en total, que se abren automáticamente. El simulacro fue un éxito. Diseñada para ser realizada en un máximo de cinco minutos, la evacuación completa finalizó en menos de cuatro.
¿Poca emoción? Uno de los directores de seguridad presentes en el simulacro como observadores aseguró: "De eso se trata, de que todo se desarrolle con tranquilidad". Los escolares más pequeños tuvieron suficiente excitación con las cámaras de las televisiones que cubrían el acto. "Vamos a ser famosos", gritaban. "¿Para qué cadena es?"
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