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LA TRANSICIÓN EN MARRUECOS

La generación de Mohamed VI, al poder

El nuevo monarca marroquí coloca rápidamente a sus peones en los puntos clave del Estado

"La sociedad se mueve pero el rey corre". Mohand Laenser, jefe del Movimiento Popular, un partido de oposición que representa a los bereberes, describe así la trepidante actividad del jóven jefe de Estado marroquí, que recorre el país, recibe ininterrumpidamente en sus palacios y procede cada semana a nuevos nombramientos. "Mohamed VI asienta rápidamente su poder colocando a sus peones en los resortes del Estado", observa un diplomático acreditado en Rabat.Tras el luto por la muerte de su padre, Hassan II, el monarca no perdió tiempo. Empezó en septiembre nombrando a un nuevo embajador para el conflicto del Sáhara y a un nuevo jefe de la policía secreta; designó después al sustituto del destituido ministro del Interior y a un secretario de Estado que le secunda; cambió además al director de la agencia de prensa estatal (MAP) y al de la televisión. El jueves le llegó el turno al Ministerio de Asuntos Exteriores, donde se creó un nuevo cargo de secretario de Estado que también eligió el rey.

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Muchos de ellos, como el secretario de Estado de Interior, Fuad Ali Himma, o el director de la MAP, Yassin Mansouri, han compartido pupitre con el entonces príncipe Sidi Mohamed en el colegio real, al que también acudían el portavoz real, Hassan Aourid, y el secretario particular del monarca, Mohamed Chraibi. Otros, como el nuevo número dos de Exteriores, Taieb Fassi Fihri, han trabajado durante un tiempo en palacio.

Esta proliferación de promociones decididas por un rey en la cresta de la popularidad es vista con indulgencia. Para fomentar las reformas, "Mohamed VI necesita rodearse de sus hombres de confianza", afirma Jalid Yamai, director del rotativo L"Opinion, "y nada de lo que hace transgrede la Constitución", que otorga al jefe del Estado prerrogativas muy superiores a las de cualquier monarca europeo.

Métodos discutibles

El designio real cuenta con un amplio respaldo, pero el método de designación y algunos perfiles de los integrantes de la generación real suscitan, en cambio, reservas. Incluso la prensa se hace eco de ellas sin llegar a criticar al rey.El temido ministro del Interior, Driss Basri, fue relevado por Mohamed VI cuando su jefe más inmediato, el primer ministro Abderraman Yusufi, estaba en París. Yassin Mansouri, un amigo del rey, fue colocado después al frente de la MAP y al acto de su toma de posesión no asistió el ministro de Comunicación, Larbi Mesari, porque lo presidió el portavoz real.

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"¿Era necesario elegir a un hombre que ha hecho toda su carrera en el Ministerio del Interior para dirigir una empresa dedicada a la información?", se preguntaba el diario socialista Al Ittihad Al Ichtiraki, que dirige el propio Yusufi, a propósito de Mansouri, que trabajó durante nueve años a las órdenes de Basri.

"Ha empezado el desembarco del nuevo majzen", ironiza Ali Lemrabet, uno de los periodistas más conocidos de Marruecos. El majzen era el entramado de cortesanos de Hassan II que, capitaneado por Basri, gobernaba el reino de forma autoritaria.

"(...) La sustitución de Basri ha sido efectuada en un estilo de lo más autoritario", se lamentaba esta semana Ahmed Bendjelloun en su columna de La Gazette du Maroc. Se hizo "sin ninguna deferencia con el Gobierno y su primer ministro". "(...) Esperemos que el poder no caiga de nuevo en el fenómeno Basri". "¿Qué sentido tiene participar en un juego político en el que el primer ministro no está al corriente de la destitución de su ministro del Interior?", se pregunta la islamista Nadia Yassin, del movimiento ilegal Justicia y Caridad.

En el peculiar sistema marroquí el rey dispone de los llamados "ministerios de soberanía", como Interior y Exteriores, cuyos titulares designaba mientras el primer ministro elegía al resto del Gabinete. Con esta retahíla de nombramientos reales, efectuados sin concertarse con el Gobierno, Mohamed VI quiebra la tradición.

Más grave aún para el Ejecutivo: la puesta en pie o la reactivación de nueve comisiones reales recorta sus competencias y sus recursos. Abarcan desde el Sáhara hasta la indemnización de los antiguos presos políticos, pasando por la reforma de la Administración.

Una de ellas gestionará los 190.000 millones obtenidos por la concesión a un consorcio encabezado por Telefónica de una segunda licencia de teléfonos móviles. Al ministro de Finanzas, Fathallah Oualalou, le hubiese encantado poder contar con esos ingresos.

"Yusufi y sus ministros están cortocircuitados", asegura Mohamed Tahiri, un independiente que rehusó aceptar una cartera en el Gobierno de transición porque no confiaba en que ésta fuese posible.

"Pero sí son ellos los que se han dejado cortocircuitar", replica Yamai, que es también dirigente del Istiqlal, el viejo partido nacionalista que junto con los socialistas y otras seis formaciones compone la coalición gubernamental desde marzo de 1998. "Que el primer ministro esté aletargado desde que accedió al cargo no obliga al rey a permanecer de brazos cruzados".

La transición marroquí tiene dos protagonistas, el rey hiperactivo y la sociedad civil en ebullición, y un ausente, el Gobierno. El riesgo del modelo es que si se frustran algunas esperanzas ninguna institución sirva de escudo al monarca. La solución consistiría en convocar elecciones para espolear a la clase política y facilitar la formación de un Ejecutivo representativo.

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