1.074
JAIME ESQUEMBRE
Retengan la cifra en su memoria. No se trata de los millones del quebranto económico del Ivex, ni siquiera del número de enchufados durante el último mandato por Julio de España como funcionarios de apoyo en su Diputación de Alicante. Son los 1.074 muertos registrados en la Comunidad por accidentes laborales en el quinquenio 1994-1998, cinco años fatales en los que la desobediencia civil a las leyes vigentes ha cambiado la vida drásticamente a más de un millar de familias, y nos ha situado en cabeza destacada del pelotón europeo en accidentes a pie de tajo.
Ayer mismo, Rafael Blasco resaltó que Castellón dispone de los mejores índices de empleo de España, y se felicitó por las nuevas afiliaciones registradas por la Seguridad Social en los últimos años en esta provincia. Ni una palabra sobre la participación castellonense a la lista de caídos, que abarca el 20% del total. Como siempre ocurre con los políticos, el consejero de Empleo hizo gala de una prodigiosa memoria selectiva, algo que se le da mucho mejor que habilitar los dispositivos necesarios para que las leyes se cumplan.
Si la cifra que encabeza esta columna es de por si escandalosa, conocer el dato de que más del 25% de los accidentes laborales son consecuencia directa del sobreesfuerzo que realizan los trabajadores para cobrar lo suficiente a fin de mes, resulta indignante. Pero ni por esas.
Desenmascarar los incumplimientos de las leyes de seguridad e higiene en el trabajo requiere voluntad política, y eso es precisamente lo que reclaman los sindicatos. Urge pues una acción de choque y ejemplarizante, como la de sentar en el banquillo a los empresarios responsables de los siniestros por negar las adecuadas medidas de seguridad a sus plantillas para agilizar la faena. Pero eso requiere que jueces y fiscales dispongan de los medios humanos y materiales necesarios para llevar a cabo sus investigaciones, misión imposible sin la necesaria colaboración de la Ley de Presupuestos. Rafael Blasco, Serafín Castellano y José Luis Olivas lo tienen en sus manos.
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