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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

'El Muchachito'

LA NUEVA Constitución que se someterá al refrendo popular en Venezuela el próximo 15 de diciembre, junto con un nada disimulado plebiscito sobre el propio Chávez, está hecha a la medida y según el patrón del presidente, que la ha bautizado como El Muchachito. Por su extensión -395 artículos-, detalle y lenguaje, resulta tan exuberante como él, y refleja un deseo de injerencia en casi todos los aspectos de la vida. Una vez aprobada en referéndum el 15 de diciembre y una vez elegida una nueva Asamblea Nacional tres meses después, que previsiblemente Chávez dominará como ha dominado la Constituyente, los poderes en manos de éste van a ser inmensos. De la forma en que los use dependerá en buena parte el futuro político de Venezuela. Las Constituciones no se pueden juzgar en abstracto, sino en el caldo de cultivo político en el que nacen y se aplican. Y el de Venezuela no es el mejor.Este proyecto constitucional deja atrás 40 años de regímenes corruptos, pero no asegura que no se reproduzcan. En algunos aspectos importantes corrige verdaras lagunas anteriores, ya sea en materia de derechos humanos, de derechos civiles, de derechos de los pueblos indígenas o de derechos sociales, incluido algo que resultaría insólito en una Constitución europea, la seguridad alimentaria, pero comprensible en un país en el que la pobreza se ha doblado en 20 años y hay unas tremendas desigualdades que explican el arrollador éxito de Chávez en diciembre de 1998.

Cabe dudar de que en un país en el que se pagan pocos impuestos y que no llega a unos niveles de gasto público similares a los europeos se logre un sistema de protección social similar a los que se dan en Europa respecto a la sanidad, la educación o un sistema de pensiones públicos. Sin embargo, son mandatos contenidos en este largo articulado, que dibuja también un esquema excesivamente estatalista en la conducta de la economía y que puede ahuyentar a los inversores privados, especialmente a los extranjeros, cuyo capital necesita Venezuela.

Promete mucho un texto cuya redacción final fue aprobada atropelladamente el pasado jueves y que ha sido elaborado en apenas cuatro meses por la Asamblea Nacional Constituyente elegida el 25 de julio de 1999. La nueva Carta Magna promete incluso la reducción de la jornada laboral. ¿Podrá cumplirlo? De momento, la subida del precio del petróleo que el propio Chávez ha propiciado con habilidad puede suponerle un respiro y la posibilidad de acometer reformas y programas sociales.

Que Chávez pueda gobernar hasta el 2012 importa poco. Mayores longevidades políticas hay en Europa. Lo importante es que no caiga en la tentación autoritaria que le brinda esta Constitución, pues el Ejecutivo central gana poder sobre las gobernadurías locales y la capacidad de nombrar sin control a los cargos militares, es decir, a sus compañeros de armas. El texto constitucional establece el derecho a una información no sólo veraz, sino "oportuna" e "imparcial". ¿Quién la valorará? Los editores de prensa venezolanos señalan que se abre una puerta a la censura: ¿qué autoridad dejará de denunciar como "inoportuna" o "parcial" la información que no le guste?

El Muchachito le da unos instrumentos a Chávez que pueden ser utilizados con un sesgo populista, como el recurso al referéndum consultivo ante leyes o para poner en tela de juicio a cualquier cargo electo. Es una paradoja que este golpista, condenado en su día, según su propia Constitución no hubiera podido presentarse a la presidencia de la república. Pero ésos eran otros tiempos.

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