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Rusia prueba dos misiles nucleares en vísperas de la cumbre de la OSCE en Estambul

La Armada rusa ensayó ayer dos misiles nucleares desde un submarino en el Ártico. El momento elegido no pudo ser más significativo: los cohetes fueron disparados precisamente cuando el presidente ruso, Borís Yeltsin, volaba rumbo a Estambul, donde hoy se inaugurará la cumbre de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), que estará inevitablemente dominada por el descontento occidental con la guerra en Chechenia y el pulso con Estados Unidos. Yeltsin llegó dispuesto a resistir todas las presiones.

Yeltsin se entrevistará hoy en Estambul con su homólogo estadounidense, Bill Clinton, con quien discutirá, entre otras cosas, los planes de Washington de desplegar un paraguas contra los misiles balísticos, a lo que Moscú se opone categóricamente. En otro golpe de efecto, Yeltsin anunció a su llegada que ya ha firmado y pasado a la Duma un proyecto de ley para la prohibición total de pruebas nucleares. Ponía así el dedo en la llaga de Clinton, que en octubre se vio desacreditado por el Senado estadounidense, que no quiso ratificar este tratado.El mayor submarino ruso lanzó ayer dos misiles desde el mar de Barents, con un intervalo de dos horas. Se trataba presumiblemente de SS-N-20 -llamados Sturgeon (Esturión) por la OTAN-. El comandante de la Armada Vladímir Kuroyédov no ocultó que estas pruebas estaban motivadas por los planes de EEUU de crear un escudo antimisiles y dijo que anteriormente habían hecho lanzamientos de pruebas de misiles Sringray, especialmente diseñados para responder al programa norteamericano.

Rusia exhibía así su fuerza nuclear en víspera de la cumbre que hoy y mañana celebran en la antigua capital del Imperio Otomano los jefes de Estado y de Gobierno de los 54 países de la OSCE. La cumbre, concebida inicialmente para consagrar el nuevo mapa de la seguridad europea, se ha visto finalmente dominada por el conflicto que ensangrienta la cercana región del Cáucaso. Occidente miró para otro lado cuando Rusia lanzó hace siete semanas su ofensiva contra Chechenia, pretextando el apoyo de Grozni a los terroristas que sembraron de bombas las principales ciudades rusas el pasado verano. Pero el éxodo de más de 200.000 refugiados a la vecina Ingushetia ha hecho imposible seguir ignorando la tragedia.

Los países occidentales están dispuestos a que la cumbre de la OSCE respalde la integridad territorial de Rusia y condene el terrorismo, dos principios que agradan a Moscú. A cambio quieren que no cierre la puerta a una salida dialogada del conflicto. Los esfuerzos se centran en conseguir que Moscú admita una misión de "buenos oficios" de la propia OSCE, pero Rusia ha negado hasta ahora el acceso alegando "problemas prácticos", y ni siquiera ha contestado a la petición de apertura de una oficina de la OSCE en Nazran (Ingushetia).

Knut Vollebaek, ministro noruego de Exteriores y presidente de turno de la OSCE, admitió ayer que el desacuerdo con Rusia proyecta "sombras" sobre la cumbre y podría incluso hacerla fracasar, ya que los dos principales documentos que deben firmarse están "muy relacionados" con el conflicto de Chechenia. El principal es la revisión del Tratado de Fuerzas Convencionales en Europa (CFE) suscrito en 1990 por los 30 países pertenecientes entonces a la OTAN y el Pacto de Varsovia. El otro documento, la Carta de Seguridad Europea, pretende basar la resolución de los conflictos en el diálogo y el respeto a los derechos humanos.

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