Promesas de investidura
La investidura es un momento propicio para compromisos, guiños y promesas. La importancia del cargo que está en juego obliga a todo tipo de combinaciones, por sorprendentes que puedan parecer. La negociación que Convergència i Unió lleva a cabo con el Partido Popular (PP) y Esquerra Republicana (ERC) es un ejemplo de ello. La ambigüedad calculada con que se mueve ahora CiU contrasta con el tono resolutivo de su discurso en 1980. En la sesión de investidura de aquel año, Pujol manifestó: "Quiero declarar aquí y ahora mi intención, como candidato a la presidencia de la Generalitat, de iniciar el proceso de reforma del estatuto, dentro del marco estatutario y de acuerdo con lo que dice la Constitución, en el curso de esta legislatura", dijo solemnemente entonces el candidato para garantizarse el apoyo imprescindible de Esquerra Republicana. A esta afirmación de Pujol durante la investidura, el diputado Francesc Vicens (entonces en ERC) agregó: "Si las promesas que se nos han hecho aquí esta tarde no se cumplen, lo denunciaremos ante el pueblo y ante esta Cámara". Diecinueve años después, la reforma del estatuto de autonomía sigue en el cajón. En aquella ocasión Pujol logró la investidura gracias a los votos de Centristes de Catalunya-Unión de Centro Democrático y la propia Esquerra.
Las mayorías absolutas quitan emoción a la investidura. Sin embargo, el candidato Pujol se sintió en 1984 con ánimos de hacer otra promesa: lograr para Cataluña un sistema de financiación similar al concierto económico vasco. Prometió también una nueva ley electoral. Y por último, convertir Cataluña en provincia única y limitar el poder de las diputaciones. Quince años después, estos tres puntos continúan reivindicándose en la agenda política de la coalición nacionalista.
En 1988, las promesas del candidato a la presidencia de la Generalitat se decantaron por las comunicaciones: anunció la creación de un cuarto canal de televisión dependiente de la Generalitat. En ese mismo año prometió y cumplió crear una cartera de Bienestar Social. Fracasó, en cambio, en su intento de lograr la supresión de los gobiernos civiles, lo que no se produciría hasta la firma de los pactos del Majestic, para apoyar la investidura de José María Aznar, en 1996.
El año 1992 fue tranquilo en lo que a promesas de investidura se refiere: Pujol se comprometió a reducir los gastos electorales de su partido y arremetió contra los políticos corruptos. Señaló que el producto interior bruto (PIB) per cápita de 1983 estaba en el 84% de la media europea y que en 1991 había subido al 102%. En realidad, en 1983 estaba en el 88,8% y en 1991 en el 97,2%, aunque descendió hasta el 93,4% en 1996, según datos oficiales de la Comisión Europea. Pero en 1975 el PIB per cápita catalán ya ascendía al 99,5% de la media comunitaria. Ello revela una evolución muy fluctuante del peso relativo del PIB catalán respecto de la media europea, lo que hace muy arriesgado utilizarlo como elemento fiable de prospectiva política.
En 1995, acabado el periodo de mayorías absolutas, Pujol volvió a necesitar el concurso de otras formaciones políticas. Obtuvo la abstención de Esquerra Republicana, el Partido Popular y el Partit dels Socialistes. Los republicanos, entonces liderados por Àngel Colom, se abstuvieron en la segunda vuelta a cambio de la creación de sendas comisiones de estudio sobre la viabilidad de un concierto económico y sobre la reforma del estatuto. Ambas comisiones, bajo denominaciones de mejora del autogobierno y mejora del sistema de financiación, se crearon al concluir la pasada legislatura, cuando se acercaba la nueva convocatoria electoral.
En el discurso de investidura de 1995, Pujol prometió celebrar un debate en el Parlament sobre los problemas financieros de los ayuntamientos y reclamar al Gobierno central la cesión de los impuestos especiales, como el de la matriculación de vehículos y los que gravan el consumo de gasolina y tabaco, y la participación en el IVA. Incluso en ese debate, en previsión de que Esquerra Republicana o Iniciativa per Catalunya reivindicaran el concierto económico, Pujol apuntó que sería un sistema favorable para Cataluña, pero aceptó el hecho de que el País Vasco y Navarra gocen de un trato especial.
El incremento del techo competencial y la mejora del sistema de financiación han sido los dos grandes temas recurrentes en los seis discursos de investidura que ha pronunciado Jordi Pujol desde que fue elegido presidente de la Generalitat en 1980. En el debate de 1988 incluso llegó a amenazar al Gobierno central con movilizar a los simpatizantes nacionalistas si no modificaba su política autonómica. "Seguiremos reclamando el reconocimiento institucional y competencial; dinero en último término", dijo en su intervención de 1992.
Una constante en todos los discursos de investidura de Pujol han sido las quejas por los intentos del Gobierno central de "erosionar y de interpretar restrictivamente nuestras competencias", como dijo en 1984 y repitió ayer en la misma Cámara.
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