_
_
_
_

Un periodista de raza

Juan Luis Cebrián

Conocí a Feliciano Fidalgo un día de abril de 1964 en París. Fue con ocasión de la presentación en la capital francesa del Ballet Nacional de Cuba, acto presidido por el Che Guevara, al que también vi entonces por vez primera, o sea que aquella resultó para mí una fecha difícil de olvidar. Feliciano era entonces corresponsal de la agencia católica Logos y en aquel encuentro fraguó una amistad entre nosotros que se enriqueció y prosperó con los años. Pocas semanas antes de que comenzara la publicación de EL PAÍS nos encontramos en el vestíbulo de un hotel parisino. No me fue difícil convencerle de que se incorporara al equipo del periódico, pese a que por entonces desempeñaba la corresponsalía del Ya, el diario de la Editorial Católica y el de mayor circulación en Madrid. Su fe en nuestro proyecto, que debería renovar profesional y empresarialmente el panorama de la prensa después de la muerte del dictador, era absoluta.Feliciano pertenecía a una raza de periodistas en peligro de extinción. Su independencia, su gran cultura, su rapidez en la redacción, que en nada desmerecía su estilo, su intuición prodigiosa y su olfato hacían de él un reportero de primera categoría, lo mismo a la hora de informar de acontecimientos políticos que de descubrirle al lector los placeres gastronómicos, especialidad en la que se había refugiado en los últimos años, tanto en el diario como en sus charlas y frecuentes comparecencias radiofónicas. Era un entrevistador incisivo, un analista implacable y un cronista de primera. Pero, sobre todo, era un ser humano de una bondad inimaginable, alguien para quien la amistad lo significaba todo. En los amigos y en la profesión abrasó su vida, adornada de un discreto toque de bohemia, como corresponde a los de su especie.

Más información
Muere Feliciano Fidalgo, uno de los grandes talentos del periodismo actual

Hace unos días recibí una carta suya en la que me expresaba su felicidad por la resolución de los avatares judiciales en los que nos habíamos visto maliciosamente envueltos en los últimos años. Le contesté el viernes pasado con otra misiva que me temo no haya tenido tiempo de leer. "No nos vemos nunca", le decía en ella, pero el caso es que no nos veremos ya más. La muerte, que le rondaba desde hace tiempo, le sobrevino silenciosa y artera. Junto con el dolor de su ausencia, nos deja su memoria, el testimonio y el ejemplo de un gran periodista de este siglo, el recuerdo del amigo inolvidable que fue Feliciano Fidalgo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_