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¡Jo, qué noche!

Aún no me lo puedo creer, el presidente de la Cámara de Comercio de Valencia hablando de I+D a los empresarios en la Noche de la Economía Valenciana (muy bien, don Arturo) y el otro presidente, Aznar, de visita por el Parque Tecnológico (¿dónde mejor?) respaldando con su presencia el Plan Nacional de Investigación, Desarrollo Tecnológico e Innovación; ¿nos estaremos volviendo locos?. Ya sólo falta que el responsable de la Agencia Valenciana de Turismo (qué desgracia de nombre, con lo fácil que era aquello del ITVA) convoque a un grupo de expertos y entre todos concluyan que lo que necesita esta entrañable región del sudeste español es una marca de connotaciones mediterráneas para posicionarse en el mundo turístico. Pero vamos a ver, ¿eso de la I+D y la innovación no era una cosa de jóvenes tecnócratas de la izquierda postmoderna que sólo se preocupaban de la moda y el diseño, con la falta de carreteras que teníamos por aquí? ¿Y acaso el Parque Tecnológico no era un proyecto fracasado antes de ponerse en marcha, en el que el Impiva enterró miles de millones para nada y dónde sólo anidan algarrobos y olivos? Entonces qué diablos está pasando.

En realidad, la respuesta desde el punto de vista económico es bastante simple. Desde que los consumidores exigen diferencias y características personalizadas en los productos, y las nuevas tecnologías (ligadas a la electrónica, la informática y las telecomunicaciones) se han desarrollado de manera espectacular, haciéndose fácilmente accesibles a todo el mundo, el futuro económico de un país depende básicamente, hoy más que nunca, de su capacidad de pensar; o, si se prefiere, de la cantidad y calidad de los cerebros dedicados a la actividad productiva. La I+D y la innovación, pues, no es más que la lógica, necesaria y perentoria respuesta a los retos competitivos que nos viene planteando el mundo globalizado en que vivimos desde el inicio de los años ochenta.

Por tanto no es que resulte precisamente muy novedoso hablar de I+D, en el umbral del 2000, cuando la mayoría de los países desarrollados alcanzan ya cifras muy superiores al 2% de su PIB en tales inversiones, y cuyo objetivo principal tiene ahora más que ver con el desarrollo de los fondos de capital-riesgo necesarios para convertir en nuevos proyectos empresariales algunas de las numerosas ideas generadas por los investigadores, principales sujetos del gasto en I+D. Valga un ejemplo reciente para hacernos una idea aproximada de ello; en EEUU, en los dos primeros trimestres fiscales, la inversión proveniente del mercado de capital-riesgo para nuevos proyectos empresariales (la mayoría dirigidos a nuevos productos y tecnologías de la información) supera los dos billones de pesetas. En España, algo más de 20.000 millones, el 1% de aquella cifra; o sea, nada. ¿Alguien puede dudar todavía de que la baja tasa de paro estadounidense (y la española, tan alta) tiene mucho que ver con este fenómeno?

Por supuesto ello no quiere decir que no debamos preocuparnos de la I+D. Al contrario, simplemente constato que en este tema llevamos varios lustros de retraso y que la inversión por este concepto en España (que hoy no llega al 0,9% del PIB) debería ser al menos dos veces y media mayor a estas alturas. Por no hablar de la Comunidad Valenciana, cuya cifra está tres décimas aún más baja, superando, en el panorama europeo, solamente a Turquía, que se mantiene en un triste 0,5.

Ya sé que no se puede esperar mucho de una sociedad que siempre relegó la inteligencia a un segundo plano y cuyo lema más elocuente era, y es, que inventen otros, pero qué quieren que les diga, a mí, que me conformo con poco, me basta con que algún dirigente empresarial abandone el recurrente discurso del asfalto y las carreteras y comience a hablar de investigación e innovación, aunque sea de noche y tras una copiosa cena de hermandad, y, desde luego, que el presidente del gobierno compruebe con sus propios ojos que el Parque Tecnológico de Paterna, contra todo pronóstico, no es un desierto y que allí hay más de trescientos técnicos de primera fila trabajando todos los días para la mejora de la competitividad de nuestras pequeñas empresas.

Y a los que no les guste, es decir a esos restos recalcitrantes que aún quedan de las antiguas cúpulas empresariales y también a bastantes preclaros dirigentes del PP de por acá que tanto lo atacaron (junto a algunos pillines del PSOE que nunca dieron la cara, todo hay que decirlo), que se chinchen; si Aznar ha dicho que eso de la I+D, el parque y los institutos tecnológicos está muy bien, pues eso quiere decir que está muy bien; para eso es el jefe y es el que más sabe. Y a partir de ahora, a defenderlos como si fueran mismamente suyos; así es la vida. Ya verán como no pasa nada, e incluso se sienten más aliviados psíquicamente, por así decirlo. Si lo piensan bien, en el fondo tenía razón aquél simpático radical italiano llamado Marco Panella: a la postre, la mejor forma de vencer al enemigo es acostándose con él.

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Andrés García Reche es profesor titular de Economía Aplicada de la Universidad de Valencia.

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