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Aznar apuesta por el pleno empleo y critica las propuestas laborales de los socialistas

El presidente califica de "apolillados" a los que buscan unir a la izquierda contra el PP

El presidente del Gobierno, José María Aznar, asistió ayer en Ciudad Real a un acto sobre el empleo y la mujer en el que anticipó otra de las líneas de su discurso de la inminente campaña electoral, que consistirá en compararse con el PSOE en materia laboral. Aznar se cebó en destacar que mientras él había facilitado la creación de 1.800.000 empleos, los socialistas destruyeron 800.000. Aznar tildó de "apolillados" a los que buscan unir a la izquierda contra el PP.

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Nada nuevo, salvo que ayer sumó ambos conceptos para subrayar que en esa diferencia de 2.600.000 parados está la base para que él logre en la próxima legislatura la meta del pleno empleo. Objetivo que ve en peligro si se "cambia el rumbo" por otras opciones "arcaicas y apolilladas" que sólo "miran atrás" en busca de uniones de la izquierda "contra el PP".Aznar apenas aportó sobre la mujer y el empleo nada más que deseos y buena voluntad para rebajar en el futuro una tasa de paro que él mismo admitió que ahora duplica a la de los hombres y que está a una distancia sideral de la media europea.

El acto de ayer, como el de muchos otros que vendrán en las próximas semanas y hasta las Navidades, en verdad estaba pensado para que Aznar pueda ir repasando, antes de entrar de lleno ya en la campaña oficial, los cuatro objetivos básicos que se marcó en 1996. Y que él piensa haber superado con nota: abrir una etapa más transparente y sin corrupción en la política española; dar la batalla al paro con una economía distinta a la que el PSOE esgrimía como única; superar con la llegada de España al euro los fracasos históricos de otras citas emblemáticas; e intentar "con todas nuestras fuerzas, en todos los ámbitos y frentes, en todos los países del mundo, plantar cara a la violencia".

Tras cumplir la tarea de autopiropearse, Aznar pasó al apartado de agenda nacional para juguetear de nuevo con la fecha de las elecciones generales. Ayer recalcó otra vez que serán en marzo y no el día 19. El pasado jueves, en Valencia, aclaró que no quería fastidiar las fallas que terminan en esa fecha.

En ese contexto y antes de mofarse de las crisis del PSOE en estos años, sobre las que creyó bromear al conceder que había querido agotar la legislatura para darles tiempo a organizarse, Aznar se situó como un elector imparcial. Y en esa tesitura requirió a los gobernantes los planes que ofrecen para encarar el siglo XXI. Fue entonces cuando atacó a los socialistas, sin nombrarlos, para recalcar que mientras "otros sólo saben unirse a no sé quien para que no gobierne el PP" él prefiere "superar los proyectos contra nada" o de "todos unidos para evitar al PP" por otros como el de su partido que sólo quieren "formar mayorías con un proyecto liberal, nacional, ambicioso y moderno".En ese momento, Aznar ya se volcó en sus descalificaciones contra el PSOE. Les culpó de promover políticas que "miran atrás", de "poner encima de la mesa insultos, pitos y cencerros" o "propuestas del pasado". De construir una "literatura" que etiquetó como "arcaica y apolillada" o como un simple "disparate" que sólo propugna "más de todo pero sobre todo pagar más y subir los impuestos". Les acusó de "no saber que las cosas cambian y que el mundo ya no es como hace 10, 20 o 30 años", y de tener un espíritu "catastrofista", "agorero, pesimista, aguafiestas, negativo". Y en general de desconocerlo todo pese a haber estado 14 años en el Gobierno.

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Lanzado contra el PSOE, Aznar retornó al empleo, para constatar que él había hecho posible lo que el PSOE creía imposible y que el próximo año aún sería mejor. Fue cuando presumió de sus tasas de paro con respecto a las de los socialistas, cuando prometió que hasta el año 2003 su política facilitará 1.500.000 nuevos trabajos y se ubicará en el horizonte del pleno empleo. Cuando auguró que así "los españoles podrán convertirse en los mejores del mundo porque no hay nada que España no se pueda plantear y que pueda ser alcanzado razonablemente". Pero alertó: "Que no se cambie el rumbo porque ese objetivo no será posible".

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