El viejo maestro
Se hizo un silencio como no recordaban las paredes de la sala de la calle de la Cruz. Y Baden Powell se emocionó. Da la impresión de que puede quebrarse en cualquier momento; que las fuerzas de este hombre de 62 años escasean.Sin embargo, hizo dos pases de una hora, alentado por el ambiente que le envolvía. Parece difícil que pueda dar más de lo que ofreció la noche del jueves.
Llenó la primera parte de instrumentales de su cosecha y del patrimonio brasileño (Caymmi, Pixinguinha, Jobim...). Ahí estaban sus veloces arpegios y sus peculiares rasgueos. Cierto que ha perdido facultades y que suena a veces atropellado. También que hay un antes y un después de Baden Powell en la guitarra. En la segunda parte canturreó sambas y bossas: "No soy cantante, gracias a Dios, incluso desafino, pero es preciso cantar". Y volvió a hablar de Dios al hacer una primorosa interpretación inspirada en una tocata de Bach. Lo mejor, junto a la melancólica Samba en preludio, que él escribió con Vinicius de Morães. Autor de clásicos como Berimbau o Samba da bênção, amplió las bendiciones del poeta a todos (hasta a la paella a la que le invitaron los promotores). Conmovido porque no le han olvidado.
Baden Powell
Baden Powell (guitarra y voz). Suristán. Madrid, 4 de noviembre.
Babelia
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