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Austria inaugura el Museo Essl con una exposición de tolerancia y radicalidad

El centro, que se abre hoy con la muestra 'La primera mirada', reúne una colección de 4.500 obras

Tápies y Saura, todo el arte austriaco de la posguerra, Gilbert & George, Jim Dine, Sam Francis y Kounellis; realistas y abstractos, consagrados y anónimos. Toda esta muestra de pintura radical y moderna, que forma un diálogo casi subversivo para las delgadas mentes que han hecho renacer en Austria el fantasma del nazismo, es la propuesta de la colección Essl. Se enseña en un nuevo museo privado, situado a 10 kilómetros de Viena, que ayer fue presentado por Karl-Heinz y Agnes Essl. Es un edificio limpio y luminoso, minimalista y atractivo. Es también, probablemente, el último museo del siglo XX y su intención política es inequívoca: contra el racismo, cultura; contra la intolerancia, diálogo.

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En medio de una gran expectación, con más de 150 periodistas nacionales y extranjeros y toda la atención del país puesta sobre ellos, Karl-Heinz y Agnes Essl presentaron ayer en Klosterneuburg este gigantesco y a la vez discreto museo blanco lleno de lucernarios y rodeado de árboles que invita al visitante a disfrutar del arte sin barreras. Una especie de autoservicio lleno de ofertas coloristas que estaban al paso como en un mercado lleno de orden.

El símil no es gratuito porque los Essl son los reyes de los supermercados del bricolaje del centro y el este de Europa y el dinero para reunir las más de 4.500 obras de arte contemporáneo que poseen ha salido precisamente de ahí. De hecho, la pareja se conoció en Nueva York cuando él hacia un master de gestión de supermercados y ella trabajaba en una galería de arte.

Karl-Heinz recordó esa historia al explicar ayer en una rueda de prensa masiva el origen de su colección impresionante, amasada en el tiempo, a la vez que él convertía el pequeño negocio de su suegro en un imperio que hoy da trabajo a 5.000 personas (desde Eslovenia a Croacia, la República Checa o Eslovaquia) y en cuyas oficinas sus empleados eligen los cuadros que desean tener colgados en la pared.

Para la apertura del museo, el encargado de seleccionar las obras que forman la exposición La primera mirada ha sido Rudi Fuchs, director del Museo Stedelijk de Amsterdam, quien no se resistió a bromear ante el patrón y dijo: "El fue al supermercado a comprar y yo he puesto la mesa". El comisario que ha ayudado a los Essl a comprar el arte internacional es un tipo gordito y tranquilo, famoso en Centroeuropa por hablar del arte a base de metáforas culinarias. Fiel a su fama, también dijo que había intentado formar "una gran ensalada en la que se mezclan todo el complejo expresionismo austriaco de la posguerra con sus contemporáneos de otros países". Esa convivencia pacífica con artistas belgas, daneses, franceses, alemanes, británicos, griegos, italianos, holandeses, españoles, suizos y estadounidenses se presenta como un encuentro que ayuda a comparar y a conectar sus maneras de hacer arte. Fuchs intenta sacar a los austriacos del cliché del regionalismo y muestra juntos a Arnulf Rainer, Karle Appel, Jörg Immendorff o el niño terrible Hermann Nitch, junto a Saura y Tápies, Emilio Vedova y Sean Scully, Julian Schnabel y Cindy Sherman. El paseo mete al visitante en un mundo donde estallan los colores y las formas mientras asoman criticas más o menos veladas a la religión católica y las imágenes desinhibidas, a veces provocadoras, parecen gritos pidiendo libertad: destaca La dama frívola, de Franz West, o el Fringermaleguer, Akt, de George Baselitz.

Paradójicamente, el recorrido es cómodo, placentero. El arquitecto tirolés Heinz Tesar (Tirol, 1939), que ha realizado proyectos en Berlín y ahora trabaja en Dresde y en media Austria, ha logrado crear un espacio lleno de luz y simplicidad, que además es funcional y pragmático: de los 7.620 metros construidos (99 x 70 x 22), 3.200 metros son para exposiciones, 600 para un jardín de esculturas y 2.275 para almacenes. La obra se ha realizado además a una velocidad infrecuente, en un año y medio, pero hoy estará todo listo para que el presidente de la República austriaca, Thomas Klestil, inaugure oficialmente el museo. No acudirá Jörg Haider y habrá pocos miembros, de las instituciones oficiales austriacas.

Toda la financiación del museo la ha encontrado Essl en la empresa privada. Y de ahí seguramente parte la insobornable libertad y el mestizaje con autores extranjeros que se respira en el edificio. Una gran parte de culpa es también del consejo asesor que Essl ha reunido, formado por críticos y directores de museos de Hamburgo, Linz, Basilea, Budapest, Paris y Múnich. En primera fila, Haraid Szeemann, de Navarra, director de la Bienal de Venecia, joven y vitalista aunque setentón, que ayer echó flores al patrón, al museo y al comisario Fuchs diciendo que su trabajo se reconoce siempre porque cuando él cuelga los cuadros parecen más bonitos.

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