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Algo cuaja en el 'continente líquido'

Andrés Ortega

En unos meses, las perspectivas mediterráneas han cambiado. Y en este continente líquido, como algunos lo llaman, que es un nudo de problemas, las soluciones también parecen morderse la cola unas a otras: la reanudación del proceso de paz entre árabes e israelíes -que de llegar a buen puerto podría en una década multiplicar por dos el PIB en toda la región, según cálculos del Banco Mundial-; la pacificación e intentos de reconciliación y transformación de Argelia y su nueva actitud hacia Marruecos; el nuevo impulso reformista en este último país por el joven rey Mohamed VI, e incluso los acercamientos entre Grecia y Turquía si llevan a abrir la llave de Chipre.Todo esto y mucho más ha hecho eclosión en la primera convocatoria del Foro Formentor, organizada por la Fundación Repsol en Mallorca. Una reunión que, por la variedad geográfica de sus participantes y la franqueza de algunas exposiciones, hubiera resultado inviable tan sólo un año atrás.

Pues en un año -en unos meses, de hecho- han surgido grandes posibilidades. Ahora bien, todas estas esperanzas están prendidas con alfileres. El proceso de paz no tiene garantizado su resultado, aunque el Estado palestino sea ya un futuro plenamente aceptado. Y resulta sorprendente que un político con tantas tablas como el presidente argelino, Abdelaziz Buteflika, afirme que tanto él como el rey Mohamed VI de Marruecos son aún "becarios en sus funciones".

Buteflika se enfrenta a inmensos problemas, entre otros, las resistencias de los militares a una reforma económica necesaria, pero que implicaría que este estamento dejaría de controlar la economía y sus monopolios. Si alabó a los militares, también avisó: "Caminos sobre un campo minado".

En cuanto a Marruecos, si el rey de los pobres frustra las esperanzas sociales y modernizadoras que ha despertado, puede generar una peligrosa reacción. Pero quizá lo más difícil de aceptar para todos estos pueblos sea eso que afirmó Buteflika: "En el Sur hay que dejar de creer que la sociedad de consumo está al alcance de la mano". Duro, cuando las parabólicas llevan permanentemente a todos esa imagen; ese deseo. Duro, cuando empieza a calar una visión cada vez más policial del control de la inmigración, en un contexto en el que, como señaló un participante, sólo para el Magreb habría que generar un millón de nuevos puestos de trabajo cada año para responder al reto del crecimento demográfico, y no se crean ni la mitad. Duro, cuando uno de los países que mejor funcionan en términos económicos es Túnez, que celebró una farsa de elecciones ayer y donde más se represalia a los defensores de los derechos humanos.

El Sur echa constantemente la culpa al Norte por el desnivel entre la retórica y la realización de la cooperación, a pesar del proceso lanzado en Barcelona, a punto de cumplir cuatro años. Pero, a su vez, el Sur no hace sus deberes de modernización y de integración. No se integran entre ellos, sino en relación al Norte. Y ello cuando en el Norte hay el peligro no de olvidar, pero sí de no aportar suficientes medios para afrontar la cooperación con el Sur.

La iniciativa española para que el Consejo Europeo apruebe en diciembre en Helsinki una estrategia común hacia el Mediterráneo es un paso en la buena dirección cuando la UE se dispone a lanzarse en el camino de la ampliación al Este. Pero incluso así, es un paso modesto, pues ni siquiera se plantea la cuestión de los medios con los que afrontar tal desafío.

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Aunque aumentan las ambiciones, no parece por el momento necesario pedir más medios económicos, sino, más bien, racionalizar lo que ya hay. Cuando el Mediterráneo tiene más posibilidades, cuando más necesita a Europa -no sólo a la UE y sus Estados, sino cada vez más al sector privado-, hay un riesgo serio de que Europa no responda como debería.

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