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Milán invoca las 'cien vidas' de Hokusai, el maestro del grabado

La exposición recoge obras de todas las etapas del artista japonés

"Si los cielos me concedieran la gracia de vivir cinco años más, llegaría a ser un verdadero pintor". Estas palabras, pronunciadas por Katsushika Hokusai a los 75 años reflejan la pasión y la lúcida modestia del artista nacido en Edo, la antigua Tokio, en 1760. Los dioses le concedieron esa gracia y ahora Milán recoge una amplia y asombrosa muestra de la compleja producción del mayor grabador y gran pintor de Japón.

A lo largo de su vida, Hokusai, que cambió de nombre casi un centenar de veces, aunque sólo en seis ocasiones el cambio fue significativo en lo que al estilo se refiere, se mantuvo siempre fiel a la sed de conocimiento, a la búsqueda de la máxima simplicidad expresiva de la pintura, como lo atestiguan los tratados de pintura que escribió y diseñó y su extensa obra de dibujo y grabado. Un material abrumador y complejísimo que se exhibe en el Palazzo Reale de Milán hasta el 9 de enero del 2000, bajo los auspicios de la región Lombardía y la Japan Foundation.Dividida en seis grandes periodos, la exposición abre un inmenso abanico que se despliega ante el visitante con la pretensión de recoger las diferentes fases de la evolución del que fuera indiscutido maestro japonés del grabado. En el siglo XVIII, la ciudad de Edo (Tokio), con un millón de habitantes, era una de las más pobladas del mundo y en ella se desarrollaba una intensa vida cultural.

Después de unos años ejecutando dibujos ukiyoe, representaciones estilizadas y llenas de gracia de los actores y escenas del teatro kabuki, Hokusai pasó a tomar el nombre del nuevo maestro, Sori, haciéndose llamar SoriII. De esta época son sus grabados más estilizados y poéticos. En 1798 deja a un alumno esta firma y comienza a trabajar como Hokusai ("estudio de la estrella polar"), nombre que mantendrá hasta 1810 cuando, nuevamente, lo cederá a su mejor alumno.

Identidades y etapas

A partir de este momento, Hokusai se rebautiza como Taito para completar una etapa en la que destacan los grabados eróticos, casi caricaturescos en sus exageradas formas. Más tarde, como Jitsu, procede a la creación de algunas de sus obras más famosas como las enormes olas que forman parte de las series dedicadas al monte sagrado japonés, Fuji, y, finalmente, cierra su vida artística y humana con el nombre de Manji, aunque con frecuencia a este nombre añade la coletilla "el ya conocido Hokusai".

La etapa artística entre 1798 y 1981, es decir, la etapa Hokusai, ha quedado sin duda como la de madurez expresiva del grabador e ilustrador. En ella desarrolla estudios femeninos que han perdido ya la antigua forma exageradamente estilizada e irreal, aunque mantienen todavía buenas dosis de idealismo. Pero los trazos se vuelven más esquemáticos, más geométricos.

Aunque la ruptura definitiva con las formas ideales para elevarse en un camino de perfección estética hacia la esencia misma del trazo se produce cuando el pintor cumple los 60 años y comienza a firmar sus obras con el nombre de Jutsi. Los paisajes se vuelven casi impresionistas y el trazo del dibujo se hace particularmente esquemático, dotado de una economía de línea que se contrapone a la profundidad expresiva.

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