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Tribuna:FINANCIACIÓN EDUCATIVA
Tribuna
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Un futuro para el aprendizaje

Bien puede asegurarse que financiar adecuadamente la educación y el aprendizaje es o debe ser prioridad esencial de todo Estado moderno con visión de futuro. En último análisis siempre se llega a la conclusión según la cual educación y aprendizaje son la solución a medio plazo, más eficaz y definitiva, de los principales problemas que aquejan y deben afrontar las más diversas sociedades para lograr un desarrollo sostenible en paz y progreso. Sin embargo, y pese a lo muy extendido de tal convencimiento, tal deseable prioridad absoluta no se refleja aún en las decisiones anuales de los Gobiernos y Parlamentos. En cambio, casi todas las familias tienen conciencia de la importancia de tal meta y se esfuerzan seriamente por alcanzarla, aun a costa de muchos sacrificios, en favor de sus hijos.Afortunadamente, el reconocimiento internacional del derecho a la igualdad de oportunidades en materia de educación, como derecho fundamental y universal de los hombres, así como una valoración creciente de la calidad de la educación impartida, plantean sin ambages la necesidad inexcusable de procurar poder contar con los medios financieros imprescindibles que hagan posible la realización de tales fines.

A este percepción y exigencia, cada vez más generalizadas en el mundo, coadyuva la valoración, sobre todo a lo largo de las últimas décadas, según la cual los gastos e inversiones en educación son finalmente los más rentables social y económicamente.

En estas circunstancias no es de extrañar el desbordamiento que han venido sufriendo los sistemas educativos, ya no sólo en la educación básica y secundaria, sino también en la educación superior o universitaria, sin que la formación profesional propiamente dicha haya logrado superar aún una lamentable marginación social en muchos países, tanto por razones culturales como de prestigio.

Ante estos desafíos se plantea, por de pronto, una inmensa tarea educativa social y personal de cara al siglo XXI, próximo a comenzar, a fin de formular y asumir nuevos conceptos de desarrollo y progreso a la vez éticos, eficaces y viables, sino también un esfuerzo político, empresarial y cultural para lograr introducir en cada sociedad modelos de desarrollo sostenibles, humanos y sociales, apropiados para la respectiva situación. Por de pronto, el pensamiento y la práctica en el ámbito productivo y de la competitividad, tanto más ante la generalización de las economías libres de mercado, reconocen actualmente el capital humano cualificado como el principal activo de toda empresa, por encima de los activos financieros. A su vez, el acceso al conocimiento avanzado es ahora el principal bien de consumo.

Por otra parte, empieza a extenderse la conciencia de que es indispensable asegurar una educación desde valores que contribuyan eficazmente a la convivencia democrática, a la tolerancia y a un espíritu de solidaridad y de cooperación, tanto más ante un mundo en rápido y profundo cambio hacia la globalización en todos los campos, con la posibilidad de acometer la solución de los numerosos problemas cada vez más complejos y perentorios que se plantean.

Y para que así sea, la sociedad en que vivimos, empezando por la familia, la empresa, las instituciones culturales, científicas y educativas, y no menos los políticos así como los Gobiernos, tiene que estar convencida de que es necesario un esfuerzo colectivo, muy especialmente en materia de financiamiento de la educación para que, cada uno y todos en igualdad de oportunidades, podamos hacer realidad este sueño, esta esperanza.

En todo caso, la educación permite acopiar el acervo de conocimientos ya disponibles y, por medio de la investigación, potenciar el desarrollo de los mismos, además de adquirir los hábitos y habilidades requeridas, fomentando la creatividad y la innovación intelectual y productiva. En consecuencia, permite que las capacidades del ser humano se conviertan en capital, es decir, que el gasto dedicado a la educación y el aprendizaje constituya la más importante de las inversiones a corto y largo plazo. En resumen, la financiación de la educación y el aprendizaje, es decir, la inversión en capital humano, con pleno respeto y salvaguarda de la libertad e identidad de cada cual, es la mejor garantía de un futuro en paz y progreso.

La financiación de una educación en libertad, es decir, tanto del sector público como privado, no es por tanto tan sólo una cuestión técnica localista, sino más bien un tema de importancia capital en todo el mundo y, muy particularmente, en el seno de la Unión Europea, para contribuir a una convergencia que permita una creciente homologación de los sistemas educativos y como un medio esencial para que pueda llevarse a cabo la libertad de enseñanza en democracia.

Estamos ante cambios considerables en vísperas de comenzar un nuevo siglo, un nuevo milenio. Ante el progresivo convencimiento de la primacía del conocimiento para la solución de tantos y tan complejos problemas globales y locales, cada persona, sus familias, las empresas, las instituciones religiosas, las fundaciones, las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, las ciudades, las regiones autonómicas, el Estado y, en suma, la sociedad entera tendrán que financiar la educación y el aprendizaje individual y colectivo de muy variadas formas. Las modalidades de financiación educativa hasta ahora conocidas tendrán que ser profundizadas y perfeccionadas, además de poner en práctica otras desde la creatividad innovadora. Ésta es una tarea importante para todos si queremos garantizar un futuro para el aprendizaje.

Ricardo Díez Hochleitner es director de la 24ª Semana Monográfica de la Fundación Santillana (25-29 de octubre, en la sede de la OEI, en la calle Bravo Murillo, 38, de Madrid), con el título Un futuro para el aprendizaje: la financiación de la educación.

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