Votos y escaños MIQUEL CAMINAL I BADIA
Vuelve el Parlamento de Cataluña. Es la mejor noticia de las elecciones empatadas, porque sin mayorías claras la vida parlamentaria deberá ser más activa. Algunos agoreros dicen que el Parlament no durará más de dos años, y que es posible incluso que las próximas elecciones legislativas de la primavera del 2000 signifiquen su muerte prematura o bien la vuelta a su estado normal de somnolencia, según vayan los resultados de aquéllas y sus efectos sobre los pactos parlamentarios en Madrid y en Barcelona. Qué dilema tan triste el de los parlamentos democráticos: disolverse o dormir bajo el dictado de la mayoría absoluta. ¿Cuándo la democracia deliberativa se impondrá a la falsa democracia matemática? Pujol y Maragall se comportaron en la noche electoral como buenos matemáticos y malos demócratas. Repitieron "hem guanyat" hasta la saciedad, restregándose con fuerza los ojos hasta creérselo. El primero pensaba que ganaba hasta las nueve de la noche y temió perder durante unos largos, larguísimos minutos. El segundo pensó que perdía con dignidad hasta las nueve de la noche, cuando de golpe subió a la nube de la victoria de la que parece no haber bajado. Uno con sus escaños y el otro con sus votos pelearon al estilo guiñol para convencer al público de su victoria inapelable. La pasión del momento les impidió ser educados con el adversario, reconociendo que el Gobierno de Cataluña debe surgir del diálogo parlamentario y no del cálculo matemático que uno decide según su conveniencia.El Parlamento de Cataluña vuelve a tener una composición compensada, después de tres legislaturas con mayoría absoluta de CiU (1984, 1988, 1992) y la última con una mayoría suficiente, al tener 60 diputados frente al PSC, primer partido de la oposición, con 34 diputados. Ahora las cosas han cambiado radicalmente. Los resultados han dado un empate político entre la coalición CiU y la "semicoalición" PSC-Ciutadans pel Canvi-IC-V. Un empate que de una u otra forma deberán desempatar atendiendo a la presencia de las otras dos minorías, el PP y ERC. Estamos ante un sistema de partidos de pluralismo limitado sin partido predominante. Por tanto, el juego de cada partido depende de su ubicación política en el arco parlamentario, lo que favorece a CiU por su doble posibilidad (excluyente, si nos atenemos a las declaraciones de Carod Rovira) de pactar con el PP o bien con ERC. En los dos supuestos se obtiene la mayoría absoluta de 68 diputados. Desde la óptica pujolista, el mejor pacto sería un Gobierno de coalición con ERC, porque tendría el doble efecto de no ser dependiente del apoyo envenenado del PP y conseguiría, al mismo tiempo, desmarcar completamente a ERC del espacio político del catalanismo federalista capitalizado por Maragall. El pacto único con el PP, que es un pacto sólo hablado de modo vergonzante en conversaciones telefónicas y sin testigos, coloca al pujolismo en una situación de tremenda debilidad, porque nadie cree al deslenguado Duran Lleida cuando dice que CiU ha gobernado y puede gobernar "en solitario" con 56 diputados y la oposición en el cogote. La dura verdad es que solo y muy solo se puede quedar Jordi Pujol si todo lo fía al pacto de conveniencia con el PP.
Carod Rovira será en la nueva legislatura la dama deseada por Pujol y Maragall. Y no para un solo baile, sino para un matrimonio duradero. Es lógico que Pujol insista en continuar dirigiendo todo el espacio nacionalista, y todavía lo es más que Maragall quiera romper el monopolio del catalanismo por parte del pujolismo. ERC tiene la palabra del sí y del no. ¿A quién dará calabazas? No le conviene el pacto con el primero si la experiencia sirve para algo. Tampoco le apetecerá el pacto con el segundo, no sólo porque no conduce a la mayoría absoluta, sino porque significa continuar ejerciendo de satélite aunque sea del planeta Maragall. ¿Solución? Cama redonda y todos mezclados menos el feo del PP. Esta gente de ERC va muy lanzada. El muy honorable Manuel Fraga aceptó en su día que la política hace extraños compañeros de cama, pero dentro de un orden. La propuesta de gobierno tripartito (los dirigentes de ERC han olvidado a Iniciativa-Verds porque creen que se ha suicidado) es un farol de persona jactanciosa gustosa de llamar la atención. Pujol lo tiene claro: antes el vía crucis del PP que pasar por el triple aro de Carod. ERC está jugando demasiado a la equidistancia, tanto que puede acabar dividida (y no sería la primera vez) entre los nacionalistas sin adjetivo y los nacionalistas de izquierda. Algún día tendrá que sentar la cabeza y elegir, porque todavía no le ha llegado la hora de autoproponerse para la presidencia de la Generalitat con posibilidades de éxito.
El debate que han abierto estas elecciones está entre el nacionalismo moderado de centro derecha y el catalanismo federalista de centro izquierda. Maragall y el secretariado del PSC no demuestran saberlo, haciendo propuestas cuatripartitas de gobierno, todavía embebidos de votos y con unas ganas insaciables de presidir la Generalitat. ¿Se puede predicar el cambio en la campaña electoral y después proponer un Gobierno múltiple que incluya a CiU? Me cuesta entenderlo, por no decir algo peor. El papel de Maragall hoy es demostrar que tiene un proyecto de cambio político real para Cataluña. Y esto se hace frente al pujolismo y no con el pujolismo, incluida su parte democristiana. Esto es lo que le han dicho los votos que sí han apostado por el cambio entendido como alternativa y no como sucesión al pujolismo. Para pujolejar ya tenemos a Pujol. Después del éxito insuficiente hay que tener la categoría política de la humildad y analizar dónde se han cometido los errores para no haber ganado sobradamente en votos y también en escaños. Maragall puede y debe ser el líder de la oposición que devuelva el protagonismo al Parlamento de Cataluña, como escenario del Gobierno más débil que haya presidido Pujol. Tiene un excelente y numeroso grupo de diputados dispuestos a ganar lo poco que falta. El Parlamento debe ser el lugar donde las izquierdas demuestren que se puede hacer política de otra manera empezando por ellas mismas. Y teniendo muy claro que su victoria sólo será compartida entre todas o no será.
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