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La transacción de Nueva York

BARBARA PROBST SOLOMON

Las medidas del alcalde Rudi Giuliani de retirar los fondos a la exposición del Museo de Brooklyn titulada Sensation (propiedad de Saachi), en la que se exhibe un cuadro de un artista católico en el que aparece la Virgen María cubierta de excrementos de elefante y acompañada de fotografías pornográficas, tienen poco que ver con la ciudad de Nueva York.Giuliani, que comenzó como demócrata, necesita el sólido respaldo de los conservadores del Partido Republicano para su candidatura al Senado el próximo año. Al denominar a la muestra "ataque a los católicos" ha creado inteligentemente un problema en esta ciudad multireligiosa. Representantes de los protestantes, de la Iglesia ortodoxa oriental (rusa, griega), judíos, católicos y musulmanes emitieron en grupo una declaración cuidadosamente redactada en la que indican su creencia en la libertad de expresión, pero se oponen a la profanación de los símbolos religiosos. Los protestantes no quieren que se les recuerden sus prejuicios anticatólicos (dirigidos principalmente contra los inmigrantes irlandeses); Kennedy fue el primer católico que se atrevió a presentarse a la presidencia; prudentemente, se casó con Jackie, católica, pero de origen francés, con una imagen de clase alta blanca, protestante y anglosajona. Los judíos, debido a sus batallas contra la profanación de las sinagogas, se sienten moralmente obligados a luchar contra los ataques a otras religiones, y los musulmanes no quieren parecer anticristianos.

Pero Nueva York no es el sur profundo: la cultura es la savia económica de esta flamante ciudad en auge, que por primera vez desde los años veinte disfruta de una economía boyante y pleno empleo. Los sólidos poderes establecidos de Nueva York no van a permitir que el alcalde recorte los fondos del museo, y Giuliani tampoco va a ganar la demanda presentada contra el museo ante los tribunales de Nueva York. The New York Times se pronunció rápidamente contra el autocrático alcalde. La encuesta del Daily News indicó que dos tercios de los habitantes de la ciudad apoyaban el derecho del Museo de Brooklyn a decidir qué expone. La enorme población soltera y estudiantil de la ciudad considera los museos como un lugar de reunión especial; los cafés y los festivales les proporcionan una especie de lugar supervisado y aceptable para quedar y conocer gente nueva.

Yo doy clases de redacción creativa en una de las universidades de Nueva York: una estudiante de mi clase explica en su autobiografía las dificultades de criarse como protestante blanca. Su búsqueda espiritual incluyó el casarse con un judío y entrar en el mundo de la santería. Aunque no capto muy bien la conexión entre el vudú y el marido judío, escucho. "¿Tan malo es ser protestante?", pregunta otro estudiante. Un estudiante negro lee un relato sobre las dificultades que tienen los negros para comprar embutidos en los supermercados dominicanos de Harlem. Un estudiante de Kenia afirma que los negros estadounidenses tienen demasiada mentalidad de esclavos. "Que lean a Orwell", sugiere. Un puertorriqueño lee un relato sobre los Árboles de la esperanza de Harlem. Las zapatillas que cuelgan de sus ramas representan a los jóvenes que han muerto a tiros cerca de ellos. En una parte diferente de Manhattan, la extravagante propietaria de una galería de arte, Mary Boone (parece que no ha oído hablar de los Árboles de la esperanza), ha sido detenida por repartir balas en la inauguración de su galería. Una estudiante me acompaña a coger un taxi. Está entre los profesionales blancos que se están mudando a los puntos seguros de Harlem, donde los apartamentos son grandes y los alquileres baratos. En el camino a casa, me fijo en las multitudes que hay delante del Cotton Club. Es un buen negocio.

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Ya en casa, la estudiante que me ayuda como secretaria y la hijastra de mi hija me están esperando. El mundo de la cultura de Nueva York se abastece de estudiantes contratados a través de las oficinas profesionales de sus universidades. La madre de Jessica (católica) huyó de Hungría después de la revolución de 1956 y se casó con un estadounidense (protestante). Jessica visita a los parientes húngaros de su madre durante el verano, y vende fotografías en blanco y negro de ellos en un café de Brooklyn por un buen precio. La hijastra de mi hija (católica/ judía) ha venido de Sarajevo (el marido de mi hija pequeña estuvo casado antes con una bosnia) para asistir aquí a la universidad.Un hombre de la ayuda humanitaria a Bosnia la llama por teléfono para preguntarle cuál es la situación actual en Bosnia. Leo un artículo en The New York Times escrito por la mujer de mi hermano, la escritora de origen irlandés Maureen Howard. Después, mi sobrina medio británica (anglicana/ judía) me telefonea desde Oxford para decirme que también viene a Nueva York. Yo llamo por teléfono a la suegra italiana católica de mi hija mayor para darle las gracias por las flores que me envió por las fiestas judías. Sabe que no soy practicante, pero quiere mostrarme su respeto.

Bajo a la calle. Un hombre de Mali vende pulseras en Madison Avenue delante de Armani. Me ve pararme en el escaparate de Armani y me pide que le eche una ojeada a su puesto para poder comprarse un bocadillo en la charcutería coreana. Los orientales son la minoría que más aumenta en la ciudad. Cuando regresa, me regala una pulsera. Mi nieto está en el primer curso de un colegio público bilingüe. Su profesora quiere que yo lea un cuento en español a la clase, y se refiere a mí como la abuela española. Esa noche asisto a una cena organizada por un rico estadounidense que acaba de regresar de París. El piso 54 lo utilizan todos los inquilinos de La Galería para sus fiestas privadas. Un artista ruso emigrado anuncia trágicamente que el follón del Museo de Brooklyn es el fin de la libertad: "¡Es como Rushdie!". Pero el verdadero mundillo del arte de Nueva York está más preocupado por la proliferación del arte-escándalo de tercera categoría. Un miembro del mismo me había comentado: "Todos quieren que su orina congelada se exponga en el Metropolitan. Antes, los artistas se rebelaban contra la estética como espectáculo y no tenían respaldo estatal". Mientras tanto, el valor de la colección Saachi se ha disparado, el Museo de Brooklyn ha eclipsado al Museo de Arte Moderno y no está en números rojos, y Giuliani ha obtenido el respaldo de George Bush. Miro hacia las luces de abajo. Estamos seis personas cenando en una habitación del tamaño de una manzana de edificios. Es como si flotásemos en el espacio.

Barbara Probst Solomon es escritora y periodista estadounidense.

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