Nunca he hablado, ni bien ni mal
En EL PAÍS del viernes 8 de octubre aparece una respuesta de José Saramago a unas supuestas declaraciones que yo no hice. Nunca he hablado ni bien ni mal de Saramago porque, simplemente, nunca lo he leído. Lo dije varias veces (siempre entrevistado por teléfono) cuando el Premio Nobel y ahora lo repito enfático: no he leído una sola palabra de una sola línea de un solo párrafo escrito por José Saramago.Ahora apareció otro periodista que preguntó a Saramago "por su opinión sobre las críticas", supuestamente mías, "lanzadas contra él". Toda la intervención fue una invención tan veraz como el nombre que me atribuyó. Me llamó, literaria y literalmente, Gabriel. Supongo que me confundió con el arcángel Gabriel. Pero, para Saramago, mi nombre fue el del diablo cuando soy, si acaso, un espíritu burlón. Saramago declaró al periodista que "los escritores no se matan unos a otros porque no pueden". Para, de seguido, decir inconsecuente "y Cabrera Infante es uno de los que más matan". En qué quedamos, ¿mato o no mato? No he matado a nadie ni con palabras ni con balas impresas. Pero si mis palabras mataran, mataría a todos los dictadores, sean de izquierda o de derecha. Nunca he celebrado, como hizo Saramago, cenas con tiranos, mientras su pueblo, es decir, el mío, aparece emaciado por el hambre y preso por decir palabras tan culpables como libertad y democracia y "pan sin terror".
Leí el artículo porque prometía hablar de una voz que siempre admiré, la de Amália Rodrigues. Al hablar de ella trata de ganar para su causa a la artista muerta y enterrada blanqueando su sepulcro. Saramago declaró: "Y ni me gusta el fado". A mí sí me gusta el fado. Pero prefiero, por supuesto, el desenfado.- . .
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