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Roma se queda sin trenes ni aviones

Colapso en la estación central por un nuevo programa informático y caos en el aeropuerto por falta de carburante

En vísperas del Jubileo del 2000, cuando se espera la llegada de no menos de 20 millones de turistas extra, Roma vivió ayer una jornada de las que marcan a sangre y fuego la historia menor de una ciudad. La estación Termini -eje central de las conexiones ferroviarias romanas con el resto del país y con Europa- y el aeropuerto de Fiumicino quedaron bloqueados durante la práctica totalidad de la jornada, con consecuencias desastrosas para los romanos de a pie y los miles de turistas que llegan diariamente a la ciudad.Pero si el caos sufrido por Termini, con retrasos de más de una hora en los diversos trenes, tenía una explicación al menos comprensible -las obras de reestructuración han obligado a cerrar durante el fin de semana la estación y ayer se reabría con un flamante dispositivo que en teoría podría controlar los movimientos de 900 trenes a la vez-, el desbarajuste vivido en Fiumicino obedecía a una razón absolutamente original: la repentina falta de carburante.

Mientras los viajeros de Termini se las veían con el denominado ACS (Apparato Centrale Statico) -un artilugio de tecnología avanzadísima que dejó en tierra a centenares de viajeros pese a que muchos trenes fueron desviados a las estaciones Ostiense y Tiburtina-, en Fiumicino, una treintena de vuelos se quedaban en tierra o salían con retrasos monumentales, o eran desviados a otros aeropuertos como última solución. Al filo del mediodía alguien dio la voz de alarma y las compañías aéreas que operan en el aeropuerto seguramente tardaron en creerlo. Lo cierto es que muchos de los aviones que se preparaban para despegar se encontraron con una dificultad hasta ahora desconocida en un aeropuerto de un país desarrollado, próspero y en tiempos de paz: no había carburante.

Seram, el consorcio que gestiona desde 1961 el suministro de gasolina a los aviones de la escala romana, se encontró con los depósitos vacíos cuando ya era demasiado tarde. La voz de alarma, y la indignación de las compañías aéreas obligadas a salir con retraso o a hacer escalas técnicas imprevistas para proveerse de carburante (como le ocurrió a un vuelo de los Emiratos que hubo de desviarse a Larnaca), hicieron reaccionar finalmente a las autoridades.

Agip, grupo petrolero nacional, se las ingenió para poner en marcha, a través de una compañía de su propiedad, una caravana de cisternas con un millón de litros de queroseno, cantidad insuficiente para toda la jornada, pero que permitió que Fiumicino regresara a la normalidad cerca de las nueve de la noche.

Mientras la sociedad Aeropuertos de Roma, que gestiona Fiumicino y Ciampino, las dos escalas aéreas de la capital, anunciaban la apertura de una investigación y mencionaba una posible querella contra Seram, el Gobierno tomaba cartas en el asunto. "Se trata de un hecho gravísimo e inaceptable sobre el que el Ministerio de Industria intervendrá de forma muy severa", declaraba anoche el subsecretario del departamento, Umberto Carpi. "Es un problema que le puede ocurrir a un chaval de 15 años con su motorino, pero no a un aeropuerto", añadía.

Por su parte, Seram negaba que el problema se hubiera debido a una falta de previsión o a un error de cálculo. "Ya avisamos ayer [el domingo] que las reservas de gasolina se estaban agotando", comentó Giorgio Scorza, vicepresidente de la empresa. Según este ejecutivo, el seco total en los depósitos, que tienen normalmente una reserva de 12 millones de litros -Fiumicino consume casi cuatro millones de litros al día-, se produjo por una conjunción de desgraciadas coincidencias. Los suministros que llegan por tierra no se recibieron, ya que la refinería de Roma lleva dos semanas cerrada por trabajos de mantenimiento. La otra mitad, que llegan por mar al puerto de Civitavecchia (muy cerca de Fiumicino) en barcos de Agip, se quedó en el camino por una avería en un barco. Agip, por su parte, asegura que en el plazo de poco más de una semana llegaron dos petroleros cargados hasta los topes, aunque el queroseno debía sufrir el examen de rigor antes de ser servido a los aviones.

Sea cual sea la explicación, conscientes de que el aeropuerto de Roma ha hecho lo que los italianos llaman una brutta figura (es decir, quedar fatal), la indignación llegó hasta el Parlamento, uno de cuyos diputados, el verde Athos de Luca, presentó una interpelación sobre lo ocurrido en términos durísimos. Y Carlo Rienzi, portavoz de la asociación de defensa del consumidor Codacons, propuso con toda seriedad "que Roma posponga el Jubileo hasta el 2025".

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