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Los últimos troveros se hacen madrileños

Los músicos cubanos han convertido la ciudad en una prolongación del malecón de la Habana

Habana Abierta, Diacokán, Gema y Pável, Raúl Torres, Orishas, Carlos Santos, David Montes, Alina Brouwer, Julio Fowler o Athanai son nombres ya familiares en las actuaciones en directo. Todos ellos han llegado de Cuba y se han establecido en Madrid. Están cambiando la idea que se tenía de la música cubana y entre todos han insuflado nuevos aires a la música española y animado el circuito madrileño de bares y clubes con actuación."De La Habana ha venido un barco cargadito de...", era el comienzo de un célebre juego infantil que se practicaba en España en los años de la pérdida de Cuba y el posterior intercambio comercial. Durante muchos años se ha relacionado a Cuba con el paraíso, y dichos populares como más se perdió en Cuba expresan la fascinación que el hermoso país caribeño ha suscitado siempre entre los españoles.

Aunque en Madrid no había puerto de mar, el juego de adivinanzas era tan popular como en cualquier otro sitio. Tanto, que ahora mismo, cuando se enfila la agonía del siglo XX, puede decirse que el barco ha venido cargadito de músicos. En los últimos años, Madrid se ha convertido en una prolongación del Malecón de la vieja Habana y sus bares y clubes se han acostumbrados a programar con regularidad actuaciones de artistas cubanos que ya se consideran madrileños.

Las revisiones discográficas y las frecuentes visitas en los últimos años de venerables artistas como Compay Segundo, El Guayabero, Elíades Ochoa, Rubén González, La Vieja Trova, El Septeto Santiaguero o El Cuarteto Típico Oriental, entre muchos otros, habían hecho creer que toda la música cubana se podía unificar bajo el término de son, bolero o guaguancó y con estructuras musicales basadas en la clave, el tres y la maraca. Como si la revolución castrista hubiera cortado su evolución y el sonido cubano se estuviera moviendo con los mismos patrones de antes de 1959.

Una nueva generación de artistas ha venido de Cuba para desmentirlo y que abarca también al cine, a la literatura, a la pintura, a la danza e, incluso, al deporte. Entre todos están cambiado la idea que se tenía de la música cubana. En Madrid se han establecido artistas cubanos a los que no les importa que les llamen rockeros, cantautores, raperos, mezcladores o fusioneros. La ciudad les ha influido, y su sonido ha cambiado desde que hacen música por estos pagos. Y lo que es más importante: ellos también están contribuyendo a cambiar el sonido de la música española.

Athanai, un rapero de La Habana que vive en las estribaciones de la sierra de la Pedriza, ha sido el compositor y productor del último disco de la española Rosario, Jugar a la locura; en los discos de Víctor Manuel, Ana Belén, Sabina o Ketama no es difícil toparse con alguna colaboración de los miembros de Habana Abierta o Gema y Pável; David Montes pone su voz en los discos del guitarrista Javier Vargas y los cantautores Raúl Torres, Julio Fowler o Carlos Santos comparten ideas, espacios, festivales y canciones con sus homólogos españoles. Su lucha se centra en hacer ver al público español que la música cubana es mucho más que eso que se conoce como salsa.

Un contrato discográfico con la compañía de la que Miguel Bosé es el dueño trajo a Athanai a España. Séptimo cielo se llamó su debú discográfico, publicado a la vez en España y Cuba. Julio Fowler, Raúl Torres y Carlos Santos, tres cantautores que siguen la estela de Pablo Milanés o Silvio Rodríguez, vinieron invitados por la Sociedad General de Autores para participar a primeros de julio de 1998 en la 3ª Semana de la Canción de Autor, que se celebró en el Colegio de Médicos de Madrid. Habana Abierta era un grupo de amigos que, bajo el nombre de Habana Oculta, llegaron en julio de 1996 para participar en el I Festival Tropical de Bilbao y para editar un disco con Nubenegra.

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David Montes aterrizó en el verano de 1993 para tocar con La Banda XL y Cubana Tropical durante tres meses en el Parque de Atracciones de Madrid. "Me empezaron a salir otras cosas y me quedé", recuerda ahora, entre otras cosas, porque además "tenía 22 años y ante mí se abría un mundo nuevo y tentador". "Tuve suerte, fui posponiendo el viaje de regreso hasta que llegué a tener un dominio del trabajo. Cada vez con mayores perspectivas. Ahora me va bien y nunca he tenido que buscarme la vida con otra cosa que no fuera la música".

"La necesidad de abrirse a nuevos caminos" motivó el viaje de la pareja sentimental formada por Gema Corredera y Pável Urquiza a comienzos de la década. Pioneros en establecerse aquí, el dúo artísticamente conocido como Gema y Pável abrió las puertas a los que luego vinieron. Junto con Lucrecia -que vive en Barcelona-, son los que más discos han conseguido editar en España. Con Nubenegra publicaron Trampas del tiempo y Cosa de broma, y con Manzana, el reciente Síntomas de fe, una trilogía que a Pável le gusta definir como "fusión, no en el sentido del género que se conoce como tal, sino como una realidad".

Para Pável, la relación de España con Cuba es "bastante abierta", pero reprocha que aquí se "tiende a someter la música cubana a un mismo cliché, y lo nuestro es música mezclada partiendo de la raíz cubana". Son habituales en recintos como el Galileo Galilei, Suristán o Caracol.

La mayoría de los músicos cubanos que ya se consideran madrileños creen que haber salido de Cuba les ha posibilitado hacer una serie de cosas que, de haberse quedado en su isla, jamas habrían conseguido. "Hemos tocado hasta en Macedonia, además de Alemania, Italia y Francia. Y conseguimos hacerlo en Miami, en el Midem Latino. Si nos hubiéramos quedado en Cuba, nada de esto habríamos logrado", dice Pável. "He vuelto varias veces a Cuba", señala Athanai, "pero siempre de vacaciones, pues profesionalmente ya toqué techo".

No dejan que la nostalgia atenace sus carreras. "Nostalgia sí, porque la gente allí es muy especial, pero estamos aquí", afirma Pável; "vamos a Cuba a tocar y a ver a los amigos, pero, de quedarnos, nada. Madrid es nuestra casa".

Una de las bandas más recientes en establecerse en Madrid ha sido Diacokán, liderada por Lázaro Armenteros, sobrino del irrepetible Beny Moré, con los restos de Jelengue Grupo: "Vine con Jelengue en febrero de 1998", recuerda Lázaro, "para una gira de tres meses con una empresa cubana, pero nos quedamos en Madrid porque, aparte de gustarme la ciudad un montón, me dio la posibilidad de seguir trabajando".

Diacokán, junto con Carlos Santos y Julio Fowler, están negociando ahora su contrato discográfico, son de los pocos que aún no han editado su obra en España. Athanai está a punto de publicar el segundo, Gema y Pável llevan tres, igual que Habana Abierta; Raúl Torres ultima su segundo disco español y Alina Brouwer -una cantante que se aproxima al jazz, hija del célebre compositor Leo Brouwer- ha debutado hace poco con Razones. David Montes, que se considera un cubano de Lavapiés, aclara por dónde van sus tiros al titular su único disco publicado aquí como Trópico eléctrico, un concepto que él mismo define como "música cubana cambiando la fórmula".

La última sensación en España en música cubana se llama Orishas, un cuarteto que ha sabido fusionar con salvaje naturalidad el hip-hop con las polirritmias de la música afrocubana. Pero sus miembros viven entre Madrid y París, algo que le sucede a Raúl Paz.

Hay muchos más artistas cubanos que de forma anónima participan como músicos de sesión o acompañan a otros artistas en gira. Luis Dulzaides, un reputado percusionista, lo mismo graba con Sabina que con Juan Perro o Ana Belén. Rubén y Rudith animan cada noche La Negra Tomasa, un bar pegado a la Puerta del Sol, y en un restaurante de la calle Alberto Alcocer, una orquesta oficial del Estado cubano pasa muchos meses animando a los degustadores de platos caribeños. Unos y otros, los que viven en Madrid y los que viajan a menudo, hacen que cada día se siga pensando de Cuba como la isla del tesoro. Un tesoro musical.

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