El flamenco y Bonald
En un artículo titulado Flamenco (EL PAÍS Andalucía, 13 septiembre), J. M. Caballero Bonald se extrañaba del creciente interés de instituciones de todo tipo por este arte nuestro y, centrándose en las educativas, criticaba la supuesta intención de las mismas de "someter al flamenco a una imposible enseñanza académica", proyecto que iría en contra de la esencia de este arte, de su libertad y capacidad creativa, según el escritor.Esa pureza angelical, ese misterio casi religioso, esa exclusividad para iniciados, esa visión del flamenco como metáfora de los ideales de libertad y creatividad auténticas, no contaminadas por la sucia mano de la cultura oficial, están muy bien como figuras literarias, pero ayudan poco a su desarrollo y dignificación, labor que allá por los años cincuenta y sesenta emprendieron figuras como Antonio Mairena, Francisco Moreno Galván y otros intelectuales entre los que se encontraba, precisamente, Caballero Bonald.
Si, como arte que es, tiene que evolucionar, lo hará y estoy seguro que con la valiosa contribución de las instituciones que el articulista denigra como sus enemigas. No podemos pretender a estas alturas que el mundo flamenco se mantenga como hasta hace poco: expresión y refugio de la marginación, la pobreza y la miseria, para que unos cuantos elegidos, entre los que se encuentra el ilustre escritor, puedan disfrutar en exclusiva de él. Mejor que desaparezca si para salvaguardar las esencias tenemos que renunciar a la dignificación del flamenco y, por supuesto, de sus gentes. Y es que la única manera que tiene el arte gitano andaluz de alcanzar el lugar de honor que le corresponde como cualquier otra manifestación artística es la de salir de la marginación que lo ha visto nacer y llegar hasta nosotros. ¿Cómo se consigue?
Yo no conozco otra forma que difundiéndolo, enseñándolo, estudiándolo, tareas que, nos gusten o no, corren a cargo de las instituciones públicas o privadas. Las academias, conservatorios, universidades y otros centros, aparte de fomentar y afianzar la afición al flamenco, también lo pueden enseñar ¿por qué no?
En todas las artes conocemos casos de magníficos autodidactas, pero son más los que, a lo largo de la historia, han pasado por universidades, conservatorios, academias sin sufrir por ello menoscabo en su creatividad posterior. ¿Por qué no podría ocurrir lo mismo en este caso?
El mundo flamenco es cada día más complejo y más rico. Tanto que su aprendizaje (práctico y/o teórico) no se puede dejar en manos de clanes y familias como hasta ahora pues corremos el riesgo de perder experiencias y testimonios de los que podrían beber los hombres del futuro. La idea romántica de lo puro y lo minoritario debe dejar paso al mestizaje (del que tanto sabe el flamenco) y la difusión para que todos podamos disfrutar y enriquecernos con este arte andaluz. Ello contribuirá a que la miseria de la que habla en ocasiones y entre la que nació se mitigue y, ojalá, desaparezca un día.- Antonio Santos Morillo. Sevilla
Entradas para "Yellow submarine"
Escribo esta carta para exponer lo que considero una actuación de lo más irregular por parte de la organización de Alcances, la 31 muestra cinematográfica del Atlántico. El pasado lunes 12 llegué a la taquilla del cine, una hora antes de la prevista para la proyección, para adquirir entradas para la película Yelow submarine, cuando me encontré con un cartel que anunciaba que las entradas estaban agotadas.Pregunté al vendedor, que me confirmó que no quedaban localidades de ningún tipo. Finalmente me decidí por otra película, no sin cierto disgusto. Un cuarto de hora antes de comenzar la proyección volví a pasar casualmente por la taquilla, ante la que ahora había una cola bastante larga de gente, y me sorprendió no ver el cartel en cuestión. Pregunté a alguien de la fila, quien me dijo que aquél había sido retirado apenas cinco minutos antes.
Cuando pedí explicaciones al vendedor me contestó simplemente que "habían recibido más entradas". No me puse a discutir entonces por respeto a la gente que estaba esperando en la fila, pero ahora me pregunto qué clase de respuesta es esa. Imagino que el aforo de una sala es un número exacto, y si éste está completamente vendido una hora antes de la proyección de la película, no entiendo de dónde surgen de repente apenas un rato antes de dicha proyección entradas "nuevas". Entiendo incluso que la organización se reserve un número de localidades para sus miembros o para invitaciones, pero creo que el número de las destinadas a la venta debe ser fijo y no variable. Si no, se da la paradójica situación consistente en que quien tiene interés en la película y acude con tiempo que cree suficiente no encuentra entradas, mientras que poco antes de la proyección, y ya con una cola de unas treinta personas, cualquiera de esa cola puede conseguir la entrada que estaba "totalmente agotada".
Lo curioso es que si yo no hubiera pasado por la taquilla una segunda vez, simplemente habría achacado a la mala suerte y al llegar demasiado tarde el no conseguir localidades. Sí tuve mala suerte, pero por llegar demasiado pronto y fiarme de los carteles y el vendedor de entradas. Se ve que la próxima vez que viva una situación similar no debo creer lo que vea y oiga, sino hacer guardia ante la taquilla por si "aparecen" nuevas entradas.- Elena Sanmartín Trejo. Cádiz.
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