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Entrevista:LA DÉCADA DEL CEREBRO

LeDoux: "Si no entran estímulos, dejan de producirse determinadas proteínas"

La respuesta emocional respecto de todo tipo de estímulo está íntimamente asociada a procesos biológicos que tienen lugar en el cerebro. Entre ellas destaca una de las más primitivas, el miedo, que desencadena en el organismo una serie de reacciones apenas se percibe la presencia de un peligro.Los circuitos que llevan del peligro al miedo y de éste a la actitud de defensa o fuga apenas han sido considerados por la biología hasta tiempos recientes. Entre los científicos que mejor han descrito este fenómeno y sus implicaciones se encuentra Joseph LeDoux, investigador de la New York University (EE UU). Para LeDoux, el conocimiento de los mecanismos íntimos que rigen las respuestas emocionales en los individuos no sólo debe permitir comprender mejor cómo funciona el cerebro, sino fenómenos que pueden llegar a ser patológicos como el propio miedo o la ansiedad.

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LeDoux, autor del libro El cerebro emocional, participó recientemente en las jornadas Emoción y Conocimiento, organizadas por el Museo de la Ciencia de la Fundación La Caixa, de Barcelona.

Pregunta. ¿Las emociones y los sentimientos son efectivamente biología?

Respuesta. Todo lo que ocurre en el cerebro es biología, y todo lo que ocurre en la mente ocurre a través del cerebro.

P. ¿El miedo puede explicarse también desde esta perspectiva? R. Es claro que la reacción que tienen ante el miedo los seres humanos es muy similar a la que puedan tener una rata, una oveja o un lagarto. Cuando nos enfrentamos a una situación que nos produce miedo, se dan una serie de reacciones fisiológicas. Por ejemplo, aumenta la presión sanguínea, se liberan hormonas, se acelera el corazón... En muchos animales, la respuesta fisiológica acaba traduciéndose en una actitud de fuga. Ante el peligro, escapa o vuela. La capacidad de establecer este tipo de respuesta ha estado en nuestro cerebro antes de que nos convirtíeramos en seres humanos. Pero nosotros hemos adquirido muchas otras capacidades que permiten dar respuestas más complejas e incluso distintas ante una misma situación de peligro.

P. ¿Qué influye más, el estímulo, la sensación de peligro o la respuesta?

R. Más que eso, lo que me interesa es ver cómo el cerebro trata el estímulo. Y muy especialmente cómo un estímulo que aparentemente no tiene ningún significado de repente desencadena una serie de reacciones fisiológicas que dan forma a una respuesta emocional. Imagine, por ejemplo, que usted está conduciendo calle abajo, llega a una encrucijada y tiene un accidente. Durante el resto de su vida, cada vez que pase por el mismo lugar recordará el accidente y probablemente tendrá miedo de ese cruce. Una experiencia que en sí misma no significa nada, como cruzar una calle, adquiere un sentido.

P. Esa situación sería equivalente a identificar un peligro y reaccionar aumentando el nivel de atención, por ejemplo.

R. Sí, algo así, aunque la explicación es un poco más compleja. Ocurre lo mismo con los animales. Una rata, por ejemplo, sabe que el gato es un predador. Para ella va ser útil saber qué aspecto tiene el gato, qué sonidos hace antes de presentarse. Saberlo, aprenderlo, le ayuda a permanecer viva. En nuestro caso, la situación es más compleja, puesto que muy amenudo aprendemos no sólo lo que necesitamos, sino incluso aquello que no deseamos. Por ejemplo, necesitamos aprender que cruzar una calle es un peligro, pero no que esa calle nos va a provocar siempre un accidente. Ese temor produce una ansiedad provocada por el miedo a cruzarla.

P. ¿El miedo se aprende?

R. Aprendemos qué nos produce miedo y lo hacemos de dos formas. Primero, mediante un mecanismo evolutivo a través del cual incorporamos sensaciones y situaciones en función del peligro, y después, mediante elucubraciones sobre lo que nos ha ocurrido. A partir de ahí surge el concepto de ansiedad.

P. Queda, pues, definido un circuito para explicar el miedo.

R. En efecto. Supongamos el cerebro de una rata. La presencia de un gato, o algo relativo a él, como sus sonidos o su olor, actúan como un estímulo que se incorpora al cerebro a través de sus órganos sensoriales. La visión, por ejemplo, es captada por el ojo, el cual envía la información al tálamo y al córtex visual. La amígdala recibe la información y activa la respuesta. Podemos decir que el circuito está formado por gato, amígdala, respuesta.

P. ¿Qué papel juega la amígdala en este circuito?

R. Actúa como un interruptor que enciende órdenes precisas como alterar la presión sanguínea, el ritmo cardiaco, contracciones estomacales o liberar determinadas hormonas. Son respuestas desencadenadas por miedo al gato.

P. ¿Estímulos indirectos pueden activar igualmente esas respuestas?

R. Por supuesto. Si encerramos un rata en una caja y la sometemos a un shock, acabará teniendo miedo de la caja. No sólo eso: con el tiempo tendrá miedo también de la habitación donde está la caja. Lo mismo ocurre con los humanos, pero, al tener un cerebro más complejo, tratamos esas situaciones aprendidas de forma distinta y de acuerdo con la experiencia de cada uno. Para algunos actuará como una alerta, mientras que para otros desencadenará un proceso de ansiedad.

P. Si existe un circuito fisiológico habrá también indicadores bioquímicos.

R. Sí, interviene de forma decisiva el glutamato, un neurotransmisor muy común en el organismo. En las sinapsis [puntos de unión entre dos neuronas] se libera glutamato, lo cual permite activar unos receptores celulares, conocidos como AMPA, a la vez que facilita la entrada de calcio en la célula. La combinación de ambos fenómenos lleva a la activación de genes específicos que determinan la síntesis de un conjunto de proteínas que intervienen en la puesta en marcha de las respuestas fisiológicas. Recientemente se ha comprobado que bloqueando el aprendizaje, es decir, la entrada de estímulos en el cerebro, se inhibe la síntesis de proteínas. Si no entran estímulo, dejan de producirse determinadas proteínas y, por tanto, no hay respuesta.

P. ¿Podría diseñarse un fármaco que actuara selectivamente en esta vía?

R. En parte ya existe ese fármaco. En unos experimentos publicados recientemente hemos visto que la liberación de glutamato asociada a una situación de peligro reduce la presencia de otra molécula, conocida como GABA. Inversamente, una mayor producción de serotonina aumenta la producción de GABA, lo cual inhibe la liberación de glutamato. Fármacos convencionales como Prozac, Valium o benzodiazepinas, incrementan la formación de serotonina. Su administración en ratas ha permitido ver que al aumentar los niveles de serotonina disminuyen los de glutamato, y con ello, la respuesta fisiológica. Lo que antes era peligroso lo es menos o deja de serlo.

P. Por tanto, el miedo puede tratarse con fármacos.

R. Los fármacos que he citado suelen recetarse para solventar estados de ansiedad, y ésta está íntimamente ligada al miedo. El miedo es más primitivo, es una reacción casi inmediata frente a un estímulo determinado. La ansiedad tiene más que ver con pensar que uno tiene miedo. Aunque de forma indirecta, ya lo estamos tratando.

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