El siglo de Grass
La Academia Sueca ha hecho una lúcida contribución al entendimiento de la Europa de este siglo otorgando el Nobel de Literatura al escritor alemán Günter Grass. Ahora muchos volverán a sus libros y verán ahí una nítida comprensión novelada de la crisis que nuestro continente ha vivido y vive durante una centuria difícil a la que además el escritor ha dedicado su última novela, Mi siglo. Nacido en la ciudad polaca de Danzig (hoy, Gdansk), exiliado durante el nazismo en Dinamarca y contrario a la forma en que Europa ha abordado los cambios políticos y sociales derivados de la caída del bloque del Este, el autor de El tambor de hojalata es sin duda una de las conciencias civiles más agudas de nuestro tiempo. Esa novela, en concreto, alertó de que el fascismo no era irrepetible, y alentó a combatirlo con el compromiso del arte junto a aquellos que sufren los ataques del poder dictatorial. Los académicos suecos explicaron ayer el otorgamiento del Nobel a Grass "por recrear el rostro olvidado de la historia". Hace pocos meses, el jurado del Premio Príncipe de Asturias, que presidía el director de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha, concedía ese honor a Grass con palabras que recordaban su contribución al mejor entendimiento entre los seres humanos. Editado con profusión en español, ha tenido siempre muy presente la secuela que el fascismo dejó en España. Cuando se reinstauró la democracia, vino con el canciller Willy Brandt a apoyarla; y en una de sus últimas visitas, en 1992, expresó su espíritu solidario reuniéndose entonces con los gitanos españoles. Allí confirmó su experiencia de peregrino en una Europa azotada por los nacionalismos extremos y por la intolerancia. Como el Nobel que recibió hace un año el portugués José Saramago, éste es un premio a un escritor, pero es también un ejemplo del reconocimiento civil a un intelectual indispensable.
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