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Camareros, listos, ya

La gente dedica las mañanas de los domingos a cualquier cosa. Seleccionando, se entiende. Así, los que ayer decidieron pasear entre la orilla del Guadalquivir y la Torre del Oro se convirtieron en espectadores de un acontecimiento singular. Se dispuso una salida y una meta; una pista de tres calles y varios premios. Pistoletazo de salida: 15 camareros de hoteles y restaurantes sevillanos inician por turnos la carrera, bandeja en mano, hasta llegar al final con la botella de cerveza y los dos vasos de agua dignos de un cliente exquisito. No ocurre por primera vez. Es la tercera edición de la carrera de camareros, que tiene su final nacional en Barcelona y la internacional en Hong Kong. Servid, servid, malditos. Esa es la película. En el primer turno sale el favorito, por la calle del medio. Veinte minutos antes ha estado entrenando con la bandeja y el uniforme, calentando músculos y aplacando nervios. Antonio Eble, a sus 52 años sabe de camarero más que nadie y, por si fuera poco, es un fondista reconocido, ha sido campeón de veteranos. La veteranía es un grado, pero sólo eso. No ha desayunado, los nervios le pueden, las manos le tiemblan, sabe que es el favorito, es consciente de que corre más que ellos y de que lleva más años de oficio que sus jóvenes competidores, pero a mitad del recorrido, cuando no debía haberse relajado, la bandeja sale disparada. Se acabó. "Es que he salido el primero, yo no estaba preparado para esto. Y eso que yo soy un malabarista, he ido con presión, quizá una bandeja más ligerita... Si hemos hecho carreras en el salón más largo del hotel. Y ahora las cámaras de televisión, ¡Dios mío, con la de gente que me conoce a mí, qué vergüenza!". Con la bandeja, a Antonio Eble se le ha caído medio mundo encima. Él es camarero de toda la vida y esta es, por tanto, su competición. A los atletas, los mundiales. No todos se lo toman tan a pecho, sin embargo. Ese que vuela por la pista y le saca a los demás tres o cuatro bandejas es Paco, Paquito, el Máquina. Tiene 35 años y trabaja en esto desde los 13, pero nunca se le habría ocurrido presentarse a algo así. Pero este año los compañeros han dado la murga con el tema y allí está. Corre sin estrés, llega a la meta con su bandeja más horizontal que el ocaso, y antes de soltarla para que los jueces midan el líquido derramado, saluda al jurado sin soltar las consumiciones. Es el puro ejemplo de "lo importante es participar". El Máquina se ha convertido en el ídolo del público. Todo el mundo estaba pendiente de su carrera. La sorpresa es el resultado semifinal. Paco no va a correr más porque, aunque ha hecho un buen tiempo, ha tirado muchísima agua y eso le ha penalizado. Quedó el cuarto. El campeón, más discreto y más efectivo, es Sergio Soriano, que no ve el momento para llamar a su mujer, que hace 15 días dio a luz. Pañales, potitos y biberones serán el destino final de las 75.000 pesetas ganadas. Este joven de 23 años sabe de carreras porque ha sido campeón mundial de cross hace tiempo. Pero más sabe de vasos y bandejas. Desde que tenía dos meses estuvo en un capacho al lado de la barra donde servía su madre, hoy empresaria hostelera. Cuando acaban los corredores comienza la competición culinaria. Se trata de cortar jamón más rápido, más limpio y mejor presentado que los demás. Las bandejas se van repartiendo entre el público que se las disputan a navajazos. Seguro que no saben que después comienza el concurso de tiradores de cerveza. Habrá que sacar la pistola de fogueo que se usó para dar la salida a las carreras.

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