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"Conrad no fue anticolonialista", dice el historiador H. L.Wesseling

El estudioso analiza el reparto de África en 'Divide y vencerás'

Jacinto Antón

El horror eran ellos. Hombres como el rey belga Leopoldo II, que manejó el Congo como una empresa privada y bajo cuyo gobierno murió el 50% de la población del territorio. Joseph Conrad dejó un retrato estremecedor del infierno desatado en el corazón de África por el colonialismo. El historiador holandés Henri L. Wesseling, autor de Divide y vencerás (Península), un libro sobre el reparto del continente, señala, sin embargo, que aunque en El corazón de las tinieblas hay una crítica implícita del colonialismo, Conrad fue un gran propagandista de éste, y racista.

"Conrad", dijo ayer a este diario Wesseling, que ha viajado a Barcelona para dar una conferencia con motivo de la exposición en la Pedrera de objetos de África Central del Museo Tervuren de Bélgica, "tenía acciones de minas de oro de Suráfrica, empleaba la palabra "negros" para los africanos y los definió en algún caso como "salvajes que sólo saben cargar peso y cantar". Era un hijo de su tiempo". No obstante, "hizo algo absolutamente original: mostró la hipocresía del colonialismo, el mito de la civilización. Remontó el río Congo y en El corazón de las tinieblas plasmó los horrores que vio". Esos horrores se gestaron durante el periodo al que el catedrático de Historia en Leiden dedica su interesante y ameno libro, en el que retrata una galería de personajes, de Stanley a Rhodes pasando por el explorador alemán Carl Peters - que creía en fantasmas y realizaba pactos de sangre con los jefes indígenas-, que hacen pensar que Europa exportó a sus hijos más excéntricos para la empresa colonial. "Bueno, algo hay; encontramos gente muy loca", reflexiona el autor; "pero creo que la mayoría de la gente que crearon imperios lo han sido" .El caso de Leopoldo II y la colonización del Congo es particularmente increíble. Wesseling explica que el rey era un maniaco sexual con preferencia por las menores y que sus maniobras para hacerse con un pedazo del pastel africano fueron ignoradas bastante tiempo por las potencias que creían que sus viajes de intriga por las capitales europeas eran sus habituales visitas a los burdeles. Leopoldo se obsesionó por conseguir una colonia, la que fuera ("¿Sabe usted de alguna isla en Oceanía que nos pueda venir bien?", preguntaba en 1861). Pero Bélgica no estaba por la labor, y el rey tuvo que moverse como particular, como empresario independiente. Y así consiguió un enorme territorio en el corazón de África, el Congo, que se convirtió en su propiedad personal. "Al principio le costó mucho dinero, pero luego lo rentabilizó gracias al caucho y a una brutal explotación que incluyó trabajos forzados, castigos con mutilaciones y otras atrocidades. Finalmente, la presión internacional, espantada por los excesos -y cómo debían ser para conmover a la opinión de entonces-, hizo que el Gobierno belga se hiciera cargo de la colonia, que se convirtió en el Congo belga".

Wesseling escribió Divide y vencerás, una obra de rigor académico, pero susceptible de agradar a un público mucho más amplio -el que ha disfrutado con los libros africanos de Javier Reverte, por ejemplo-, al observar que no existía ninguna visión global sobre el proceso de reparto de África y en la consideración de que ese proceso motivó la "territorialización" del continente. "Antes del reparto colonial, África estaba atomizada en al menos 10.000 unidades políticas que no se basaban en el territorio, sino en la gente. Tras el reparto, que duró de 1880 a 1914, el mapa quedó reducido a las pocas decenas de unidades, los Estados nacionales, que conocemos hoy".

Frente a una historiografía que vuelve a inclinarse hacia las interpretaciones economicistas del fenómeno colonial, Wesseling (La Haya, 1937) estima que el factor económico no fue decisivo en el caso de África, sino razones políticas y estratégicas.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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