Ciencias de la salud, Valencia se aplana
La producción científica es un indicador muy valioso de desarrollo, de la vitalidad de una sociedad, y de su capacidad de respuesta ante los retos del futuro. En el caso concreto de las ciencias de la salud también son un indicador tanto de la calidad de la atención a los enfermos como de la calidad de la docencia que se realiza en centros sanitarios. La investigación es un poderosísimo incentivo para médicos y enfermeras, profesiones ambas con un alto grado de dedicación vocacional. Un centro que investigue atraerá a los mejores, enseñará mejor y tratará mejor a sus enfermos. Para que la investigación fructifique en una determinada sociedad los científicos necesitan primero tranquilidad y sosiego institucional, luego que las reglas del juego estén claras y sigan las tradiciones de la comunidad científica -primordialmente en lo referente a igualdad de oportunidades y autonomía-, por último necesitan también algo de dinero. Desde el eufemísticamente llamado "cambio del mapa político" ocurrido en la Comunidad Valenciana en 1995, casi ninguno de los requisitos antes citados han sido frecuentes en nuestro aparato de I+D en salud. El revanchismo político de los populares condujo a autoritarios cierres de instituciones prestigiosas como la IVEI, o a la desnaturalización y asfixia de otras como el IVESP. El aventurerismo de algunos académicos vinculados al nuevo gobierno no dudó en someter a graves tensiones a varias instituciones académicas. El caso mas palmario fue el de la Facultad de Medicina de la Universidad de Alicante en donde departamento a departamento se obligó a decidir a la plantilla si estaban o no con el nuevo Gobierno en la segregación forzada para crear la Universidad Miguel Hernández. Todavía el Tribunal Constitucional debe decidir si esta acción del primer Gobierno Zaplana viola o no la Constitución. Las reglas del juego tampoco están nada claras, el prestigio profesional y la experiencia en el área de trabajo no parecen ya necesarias en la Comunidad Valenciana para dirigir hospitales, centros de investigación y docencia, unidades o servicios comparadas con los méritos de la fidelidad política. Y tampoco hay dinero: los presupuestos de investigación se han recortado drásticamente o han desaparecido, y el poco que hay sigue reglas de distribución no explícitas pero que, poco a poco, todos vamos entendiendo. El gobierno popular nunca ha tenido ni una política científica ni una política de salud. No deben pues extrañarnos en este contexto los datos que se ofrecen en la gráfica. Después de 15 años de crecimiento notable de la producción científica valenciana, desde el año 1997 se registra una caída abrupta de la producción en Ciencias de la Salud que supone aproximadamente un descenso anual del 50%.Aunque los datos de 1999 son una estimación sobre el primer semestre, la tendencia es clara: nos enfrentamos a una situación que puede dejar a principios del siglo XXI a la Comunidad Valenciana en el nivel de producción científica que tuvo durante los años sesenta. La gravedad de la situación no debería achacarse en exclusiva al gobierno de la Generalitat, sería injusto. El Gobierno de la nación ha ayudado mucho recortando el presupuesto del Fondo de Investigaciones Sanitarias y destruyendo las unidades de investigación en los hospitales. Esto ha hecho que también en otras comunidades autónomas la producción científica haya disminuido, pero por ejemplo en Cataluña el descenso es un 90% menor que el ocurrido en Valencia. El panorama puede ser aún más desolador dentro de unos años de no mediar una respuesta urgente. Desde mi perspectiva la comunidad científica, los políticos y la población deberían mirar con atención a las consecuencias de esta nueva tendencia. Los casos antes citados de intrusión del poder político en la academia fueron criticados tibiamente por la mayoría de nuestros científicos pensando quizás que nuestro sistema de I+D era más sólido. Bueno, ya tenemos evidencia empírica de que esto no era así. Reivindiquemos pues la tranquilidad, el juego limpio y el poco de dinero que necesitamos, si no mucho me temo que Valencia se seguirá aplanando.
Carlos Álvarez-Dardet es profesor de Salud Pública de la Universidad de Alicante.
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