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'Macbeth' y 'La bella durmiente' cierran el Festival de Edimburgo

El británico Al Murray gana el Premio Perrier del Festival Fringe

Isabel Ferrer

Marcado por la reflexión de los propios artistas acerca de su futuro como foro artístico, el Festival de Edimburgo ha cerrado su 53ª edición con sendas adaptaciones de Macbeth, la ópera de Verdi, interpretada por la Ópera Escocesa, y el cuento de La bella durmiente, bailado por la compañía sueca Cullberg Ballet. Ambas han hecho honor a una cita internacional empeñada en atraer compañías de calidad sin perder su carácter innovador y atrevido. La cita paralela, el Festival Fringe, tuvo a su vez un triunfador claro, el cómico británico Al Murray.

El pasado sábado, jornada de clausura del Festival de Edimburgo, Howard Jacobson, crítico y escritor británico, se preguntaba desde las páginas del rotativo The Independent para qué sirve en realidad un encuentro de estas características. Su reflexión, punteada con el recuerdo de las críticas vertidas contra la BBC por uno de sus empleados más veteranos, el periodista John Humphrys, en el apartado dedicado a la televisión, concluía con una respuesta firme. "Los festivales deben ser extravagantes, apartarnos de lo cotidiano y manido. Deben celebrar lo nuevo e insólito. Como una monja bailando, por ejemplo". Esa misma noche, la Ópera Escocesa pareció darle la razón al presentar una adaptación de la tragedia de Macbeth, escrita por Shakespeare y con libreto de Verdi, en la que el coro de brujas que vaticinan el sangriento destino del hombre que quiso ser rey desmembraba un cadáver ficticio en minifalda y con un delantal de plástico azul. La retorcida Lady Macbeth, por su parte, era presentada como una mujer ambiciosa desbordada por sus propios vicios. La producción, que mereció las mejores críticas de todo el festival, ha servido para sanear las arcas de la Ópera Escocesa, que espera llevarla al Festival de Viena del año 2000.

Con la danza ocurrió algo parecido. De todos los trabajos presentados en Edimburgo desde el 15 de agosto, La bella durmiente, de la compañía sueca Cullberg Ballet, es el que más ha complacido a público y especialistas. Y eso que la coreografía de Mats Ek propone una princesa Aurora bien poco dulce.

Presentada como una adolescente rebelde cuya drogadicción y excesos acaban por matar de pena a sus padres, la joven tiene una estrecha y turbadora relación con el hada Maléfica, convertida esta vez en el médico que la vio nacer. La redención llega de la mano de un admirador -el príncipe de la obra original- que la arranca de las manos del médico, del que espera un hijo, y se casa con ella. "Una coreografía maravillosa que mezcla drama y comedia y, si bien modifica por completo el relato, impresiona al espectador", en palabras del crítico John Percival.

La música clásica presentada en Edimburgo sorprendió tal vez menos, pero tuvo momentos de gran altura con Simon Rattle, antiguo director de la Orquesta de Birmingham, a la cabeza. Al frente esta vez de su nuevo conjunto, la Filarmónica de Viena, el músico más admirado del panorama musical británico dirigió obras de Mahler, Ravel y Beethoven.

Además, después de cuatro candidaturas consecutivas, el cómico británico Al Murray obtuvo por fin el Premio Perrier a la "mejor y más divertida" actuación individual. A Al Murray, que consiguió por fin este galardón, su paso por Edimbugo le reportará algo más que aplausos. Convertido en escena en un dueño de pub que simboliza al británico medio, el galardón le reconoce como uno de los artistas más dotados de su generación. "El favorito del público", al que sólo le faltaba el trofeo para consagrarse.

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