La amenaza fantasma
Cambio en la Generalitat? En especial la oposición socialista al pujolismo, que quiere sustituirle, habla de cambio de persona, emite erráticas afirmaciones, pero ignora cualquier programa político. Y sus líderes llevan en el poder los mismos años que Jordi Pujol y CiU. Así, el votante pujolista o el centrista dudoso debe abandonar a Pujol, mientras el vo- tante opositor estará contentísimo de que sus líderes sean los habituales. Es como en La amenaza fantasma, este mediocre fruto de la prograganda: no se llega a saber por qué hay que hacer imperiosamente una "guerra". Pero un cambio puede haber: pasar de una Generalitat que responde a una política autóctona a otra dependiente de un partido agavillado en Madrid. O sea, que estamos en el nacionalismo: entre el catalán débil y el español poderosísimo. Sabiendo que, al margen del acuerdo constitucional inicial, cuanto se ha logrado en España para que Cataluña adquiera más relevancia o soberanía, ha tenido que ser arrancado a Madrid, al del PSOE o al del PP. Es evidente que los subpartidos en Cataluña de los gigantes estatales no van a enfrentarse a sus jefes nacionales, es desde otra "nación" que esto se ha hecho y se hará.
Y ahí topamos con la concepción del Estado: ¿hay que continuar con el de las autonomías y su paternidad centralista, hay que remoderlo sin cambiarlo a través del federalismo socialista, o hay que tantear un Estado confederal donde el desarrollo catalán pueda dar un gran salto adelante? Para el catalanista la última opción es la deseable, claro. Entonces el posible cambio estriba en profundizar más en la soberanía catalana o en dejarse llevar por el sistema radial actual, con su eje director.
Las elecciones plantean otras muchas cuestiones en economía, sanidad, enseñanza, etcétera. Puede desearse un cambio de gestores, pero resultaría difícil probar que todo esto en Cataluña funciona mal, cuando acaso conforme la comunidad autónoma española con más calidad de vida.
Y continúa ahí la cuestión del idioma catalán, de la imagen de los catalanes en España. ¿Ha empeorado? Ha mejorado, aunque Pujol, cara visible de la operación, pague los platos rotos. No conozco a nadie en España que no respete la capacidad de Pujol, aunque a la vez puedan odiarle. Y muchísimos lo desarían en su comunidad autónoma o hasta presidiendo el Gobierno central, ¡pero nunca lo votarían! Ésta es la situación: ambivalencia. Y a su figura se le opone constantemente la de Cambó como más dialogante... olvidando que CiU ha colaborado tanto como el PSOE, el PP o UCD a la marcha y estabilidad de España, a la par que Cambó acabó amargado del nulo caso que se le hizo en España como catalanista.
En cuanto al catalán, puede estar protegido al máximo como lo están castellano, francés, italiano, alemán, etcétera, por sus estados. El catalanista desea que su idioma materno sea el hegemónico en su territorio. Pero esto nunca sucederá en detrimento del castellano, pues por cada libro que se vende en catalán se venden 11 en castellano: la situación de las lenguas minoritarias es en todas partes la misma, del marco general y las necesidades objetivas obligarán siempre a un catalanohablante a leer, ver televisión, escuchar la radio, comprar el periódico, en castellano. O en el idioma que sea. E incluso más que en catalán. Negar esta evidencia supone apelar de nuevo a "la amenaza fantasma".
En cuanto a radicalismos que enturbien la convivencia idiomática, los hay provinentes del islote catalán, pero los instalados en el hemisferio del castellano forman legión en las mismas fauces del Estado: policía, tribunales, Hacienda, etcétera. Y hay que imponer el conocimiento de ambos idiomas: donde cada cual tira por su lado, sea Canadá o Bélgica, estalla la fractura civil.
¿Y lleva Pujol demasiados años en el poder? Es posible. Como en Alemania, Italia, Francia les ocurre a la mayoría de políticos principales. Cambiemos a Pujol o a quien sea si el electorado lo decide. Pero no inventemos reglas democráticas de exclusivo uso indígena y electoralista, serían "fantasmadas".
Baltasar Porcel es escritor y presidente del Institut Català de la Mediterrània.
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