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El Ejército ruso asume de nuevo el mando en la guerra de Daguestán

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La nueva guerra en Daguestán, que en un principio Moscú pensaba que iba a durar sólo dos días, se ha empantanado. La resistencia de los integristas y el número de hombres armados que tenían en el centro de la república norcaucásica han resultado ser mucho mayor de lo que se suponía. Esta situación ha obligado al Kremlin a traspasar el mando de las operaciones a las Fuerzas Armadas, relegando a un segundo plano al Ministerio del Interior. Una situación similar se vivió a mediados del mes pasado, cuando después de diez días de combates contra los rebeldes integristas que pretendían crear un Estado islámico en las montañas de Daguestán, Moscú traspasó la jefatura de la campaña al Ministerio de Defensa. Los guerrilleros fueron derrotados en la zona limítrofe con Chechenia y para el 25 de agosto las tropas federales ya controlaban todas las localidades de esa región.

A pesar de ese triunfo, les quedaba un serio problema en el corazón mismo de la república, donde dos poblados habían expulsado el año pasado a las autoridades y policía locales y habían declarado la ley islámica, permaneciendo autónomos desde entonces. Desde esos poblados -Chabanmají y Karamají-, centros del wahabismo daguestano, los rebeldes que luchaban en la zona fronteriza con Chechenia recibieron apoyo en armas y combatientes, y después de la derrota, muchos encontraron refugio en ellos. Por eso es comprensible que el Kremlin aprovechara que tenía concentrados numerosos efectivos en Daguestán para tratar de aplastar ese foco de rebelión y que el domingo pasado atacara con artillería y aviación esos poblados. Pero los integristas estaban preparados y han ofrecido una feroz resistencia, que los rusos no han podido quebrar hasta ahora.

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