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Reportaje:

Parada y fonda en San Fermín

Los viajeros con mochila forman parte, desde hace cuatro meses, del paisaje urbano del barrio de San Fermín, en Usera. La presencia de trotamundos, una rara especie en este vecindario obrero sin monumentos ni parajes naturales, comenzó a notarse en abril con la apertura de un albergue juvenil en la barriada. Se trata del tercer alojamiento de este tipo en la capital (los otros dos se encuentran en Noviciado y la Casa de Campo) y el primero no regentado directamente por las instituciones.El albergue, una peculiar pirámide escalonada que recuerda a las ruinas mayas, lo gestiona la asociación de vecinos de San Fermín, aunque depende de la Dirección General de la Juventud de la Comunidad. El edificio, situado en la avenida de los Fueros, 36 (91 792 08 97), dispone de 60 camas, jardín, salón de actos para 200 personas, aulas y cafetería-comedor.

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El proyecto forma parte del plan de actuaciones regionales en Usera y Villaverde, que prevé invertir en la zona 18.000 millones de pesetas en seis años. Con él se pretende dar vida a un edificio que llevaba años a la deriva y mejorar el ambiente social y cultural del barrio lastrado por problemas de marginación social.

Nitsan, un israelí de 24 años, lleva dos días alojado en el albergue de San Fermín. "Queda un poco alejado del centro, pero hay bastantes autobuses, y, además, creo que los albergues situados en las afueras de las ciudades suelen ser más tranquilos y más nuevos", explica este estudiante, que viaja solo por España. "Estos sitios están muy bien porque conoces a mucha gente", añade.

Con él comparten techo dos parejas indias de mediana edad, dos treintañeros argentinos, tres chicas alemanas y un grupo de chavales franceses que recorren Europa. Y es que, aunque el alojamiento se denomine albergue juvenil, está abierto a viajeros de todas las edades; eso sí, siempre que no pongan reparos a dormir en habitaciones de cinco a ocho camas, ni busquen lujos.

También las tarifas, que incluyen alojamiento y desayuno, cambian según la edad: 1.200 pesetas para menores de 26 años, y 1.820, para mayores. Sólo se ofrece pensión completa a los grupos porque, por ahora, dependen de una empresa de cattering para las comidas. En estos meses en el recinto, donde trabajan diez personas, se ha celebrado un congreso internacional de SOS Racismo y otro del sindicato CGT.

Carlos Zapata, director del albergue, explica que la Comunidad ha subvencionado el proyecto con 52 millones de pesetas: 32 para la obra y el resto para ayudar a su puesta en marcha durante 1999. "Estamos negociando otra ayuda para el próximo año, pero con la idea de que para finales del 2000 tenemos que ser autosuficientes", añade.

Zapata está convencido de que podrán ser solventes si, además de funcionar como albergue, alquilan aulas para talleres de formación, algo que ya hacen. Desde abril se han celebrado cursos de informática, mantenimiento de edificios o frío industrial del Instituto Madrileño de Formación (IMAF), de la Comunidad. Es una manera de redondear ingresos y también de ofrecer un servicio al barrio.

"Sabemos que la distancia es una pega, pero intentamos compensarla con una atención cálida, manteniendo abierto el albergue las 24 horas y ofreciendo un buen servicio de información y de excursiones", matiza. "Existe, además, un autobús de la EMT, el 23, que conecta este barrio con la plaza Mayor", concluye.

El edificio del albergue lo levantó el Instituto de la Vivienda de Madrid (Ivima) hace cerca de un lustro dentro de la remodelación de San Fermín, que supuso la construcción de numerosas viviendas para chabolistas. Nació como centro social, pero una vez finalizadas las obras ocurrió lo mismo que ha sucedido en otros barrios como Palomeras o la Cornisa de Orcasitas: ninguna institución se hacía cargo de su puesta en marcha.

Hace cuatro años, la asociación de vecinos intentó gestionarlo como centro social. Pero las elevadas facturas se comieron la iniciativa. Al final, cuando en el verano de 1997 surgió el Plan de Inversiones para Villaverde, los miembros de la asociación vecinal plantearon el albergue. Sentían que era una idea un poco loca querer hacer de San Fermín un polo de atracción para viajeros, pero hoy el albergue es una realidad.

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