Fuera 'scalextrics'
Los scalextrics -algunos, al menos- parece que están en el punto de mira del Ayuntamiento de Madrid para echarlos abajo y dejar libres de hormigones, de hierros, de humos y de ruidos las zonas urbanas que tienen invadidas. Miles de vecinos lo agradecerán, y la ciudad, también.El scalextric fue un propósito de resolver los problemas de circulación viaria allí donde hay cruces y se producían atascos a veces insolubles. Otra opción mejor -y es la que seguramente se abordará ahora- eran los pasos subterráneos, con los que, siendo iguales sus efectos, se habría dejado el entorno urbano tal como estaba. Claro que quizá los costes no serían los mismos. Y, además, debieron influir los delirios de grandeza del munícipe que, con la monstruosa realización, se quiso perpetuar para los restos. El paso subterráneo, una vez hecho, ya no se ve. El scalextric, en cambio, ahí queda, imponente en lo alto, dando la imagen de la ciudad ultramoderna, automática y voladiza que habían fantaseado diseñadores vanguardistas de principio de siglo.
Con lo que no se contó, sin embargo -o quién sabe si al munícipe le traía sin cuidado-, fue con el deterioro medioambiental, la ruina estética y la destrucción de la calidad de vida que trajeron a todas aquellas barriadas donde fueron construidos. Porque los scalextrics sitúan la circulación a la altura de las viviendas, sobre las que los automóviles van echando los gases contaminantes que sueltan por los tubos de escape, más un ruido continuo e insoportable, todo lo cual obliga a la vecindad a defenderse de esa agresión cerrando ventanas y aislando sus viviendas del mundo exterior.
Los primeros scalextrics que se van a derribar son los de Cuatro Caminos y Santa María de la Cabeza, y uno quisiera que se obrara ahí con celeridad. Pero aún quedarán otros para los que parece que no hay planes definidos. Y, sin embargo, quizá sean aún más urgentes. El paso elevado sobre la glorieta de López de Hoyos, antes Ruiz de Alda, nunca lo llegaron a entender ni los vecinos de la zona ni nadie. Toda la estructura de hormigón que discurre por la calle de Francisco Silvela desde María de Molina hasta enlazar con Joaquín Costa en su encuentro con Velázquez, va destruyendo una serie de travesías, chaflanes, amplios espacios que fueron entrañables y hoy podrían contarse entre los más bellos de Madrid.
Fuera el scalextric, allí quedaría una avenida preciosa, articulada mediante plazas a la manera que proponía el urbanista Haussmann, una de ellas en el encuentro de María de Molina y la avenida de América, otra en la ya llamada glorieta de López de Hoyos y, entre ambas, la que quizá necesitaría un más rico esfuerzo creativo, pues se trata de un extenso espacio donde confluyen las calles de Pedro de Valdivia y las amplias vías de Francisco Silvela y Príncipe de Vergara. Y, sobre todo, el nutrido vecindario podría abrir las ventanas y respirar, sin meterse en los pulmones, las cargas venenosas del monóxido de carbono, y oír el callejeo ciudadano sin quedarse sordo.
Hay quien piensa que la supresión de los scalextrics y otros muchos ingenios que inventa la mente calenturienta del hombre blanco supondrían un retroceso. Pero a veces hay que pararse (a pensar, por ejemplo) y volver atrás, y recuperar lo que nunca se debió perder. El mundo -la vida, al fin- es dinámica, avance, evolución, más no a cualquier precio. Uno sospecha que los afanes de modernidad y liquidación del pasado fueron la causa de que desaparecieran edificios señeros, barriadas históricas, ciudades enteras que ahora van apareciendo en las excavaciones o a lo mejor en la ampliación de un alcantarillado. Y sorprende que nuestros antepasados dejaran perder realizaciones arquitectónicas y urbanísticas que eran de una acabada perfección. Claro que tampoco es preciso irse tan lejos. Algunos de los mejores urbanistas contemporáneos, que idearon la ciudad racional, grata y saludable, no pudieron ver plasmados sus proyectos por la limitación de recursos presupuestarios, y también por la inoperancia o la prepotencia de los políticos y por los intereses creados. El mismo Arturo Soria no consiguió ver plasmada la auténtica "ciudad lineal" de anchas calles y zonas verdes que había ideado; Ildefonso Cerdá, que diseñó barrios con amplios accesos y núcleos vecinales rodeados de jardines, fue marginado y murió en la pobreza. Ni a éstos ni a ningún buen urbanista se le ocurrió sacrificar la tranquilidad, la salud y la vida de los ciudadanos con el scalextric, ese armatoste infernal, que se le debió ocurrir al que asó la manteca.
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