Una asturiana de 7 años sobrevivió al seísmo turco
Laura Ayilmaz Ureta pasaba unos días de vacaciones con sus abuelos cuando el terremoto sacudió en la madrugada del pasado día 17 la costa del mar de Mármara. La urbanización de Yalova, a apenas 45 minutos de Izmit, donde estuvo el epicentro, quedó reducida a escombros. Sólo ella, sus abuelos y otros dos vecinos lograron salvarse. Laura, de 7años, nacida en Oviedo, de madre asturiana y padre turco, fue la única española que vivió en primera línea la tragedia del seísmo, por cuyas víctimas se celebraron ayer, tras la plegaria del viernes, funerales en toda Turquía. "Cuando me enteré de la noticia por televisión, no me lo podía creer. La cifra de muertos era impresionante. Lo que sentí no se puede explicar", relató su madre, María José Ureta, al diario La Nueva España, de Asturias. Para entonces ya habían pasado casi 24 horas desde que María José, auxiliar administrativa en la Embajada de España, hubiera sentido el temblor en Ankara, la capital turca, y se hubiera alegrado de que la niña estuviera con los abuelos, en teoría lejos del peligro. La interrupción de las comunicaciones hizo imposible tener noticias de Yalova y los datos de los informativos eran alarmantes. Las carreteras estaban cortadas. A pesar de ello, ni María José ni su marido, el doctor Hakan Ayilmaz, podían esperar más."El miércoles, la embajada les puso un coche y un policía para que les acompañara a indagar el paradero de la pequeña y de sus abuelos", cuenta a ELPAÍS el secretario de la representación diplomática, Guillermo del Corral, desde Estambul, donde coordina la llegada de la ayuda española.
Sólo una cabina telefónica que permanecía en pie permitió a los Ayilmaz reconocer la casa de la familia. "El suelo allí es blando, como el de Asturias, así que los edificios que no se habían desplomado tenían sus primeros pisos hundidos en tierra. Yalova estaba en ruinas", relató María José. Pero frente a esa desolación, vivieron la alegría de recuperar, sanos y salvos, a los suyos. Laura, que salió despedida por la ventana junto a su abuela, apenas tenía unos rasguños. Fue ella quien ayudó a su abuelo a abrirse paso entre los cascotes, los muebles y demás enseres. Ahora, arquitectos y abogados están pidiendo a las autoridades que frenen la retirada de escombros hasta que los expertos recojan pruebas sobre la mala calidad de las construcciones, a la que muchos responsabilizan del alto número de muertos y de la gran destrucción.
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